Déjate de cuentos y de historias, ratita.
Cuando llegue la noche habrá días y días. Pero la noche es la noche. A mí me gusta dormir, pero siempre después de un buen polvo. Lo de callar lo tengo claro. Te quiero bien mudita en los preámbulos, esas mariconadas, que espero cortitas, que tanto os gustan las presumidas como tú. Porque la cama y la noche están para lo que están. Cuando cuelgues tu escoba a la cama se ha dicho. Te vas a enterar de lo que es el rabo de este ratón, que ya lo quisieran muchas. Y sin tapujos. Y ahí sí que quiero que no te quedes calladita, que a mí me gustan cloaqueras, con todas las inmundicias posibles saliendo por la boca. Y en la cama bien husillera que te quiero, a cuatro patitas y hasta levantadita sobre las de atrás, que ya verás que yo no le hago ascos a nada. Y espero que tú tampoco, y mucho menos a mis bigotes ni a las cosquillitas que hacen en las entrepiernas, ni a mis pelos negros de macho, ni a las miles de guarradas que cada día aprendo en la cloaca par aponer en práctica en casa… Eso sí, cuando me canse sí que quiero que las noches sean de dormir y callar, que tú tendrás que estar dispuesta para el lalalarita y el limpio mi casita de cada mañana… ¡Ah! Y de bodas y casamientos ni se te ocurra hablarme, que eso son monsergas y gilipolleces de cobayas cursis llenas de cuento…
Pobre ratita. Aquel día comprendió que no todos los cuentos tienen un final feliz. Algunos, ni siquiera un principio.
2 comentarios:
Pues ya me gustaría a mí haber agotado ese guión cuando representamos, en parvulitos (Fuá... hace ya 40 tacos), el sabrosón cuentecito. Claro que, entonces, no m'enteraba de nà.
Ea, un abrassso.
que cruel el ratón de este cuento y además, sobraete el tio. felicidades.
Publicar un comentario