domingo, 29 de mayo de 2011

BESOS por Lourdes N.J.

Besos en mis labios,

en mi cuello y mis hombros.

Besos en mis pechos,

en mis pezones oscuros.

En mis brazos que te abrazan.

Besos en mi espalda

toda tuya,

desnuda toda mi alma.

Besos en mi vientre y

mi cintura, la que estrecha

mi cuerpo.

En mis caderas,

en mis piernas

mientras te buscan.

Quiero esos besos

de tus labios gruesos

y tu lengua mojada

por todo mi cuerpo.

Los quiero en mi intimidad

húmeda y mojada.

martes, 24 de mayo de 2011

LA CERAMISTA por Asun Jiménez


Tenía que volver a verla ya. No podía esperar la semana que me dio de plazo para pintar ese azulejo que le encargué.

Su taller de cerámica está situado dentro de una antigua casa del centro que anteriormente debió ser un antiguo convento o un cuartel quizás; es un pequeño local de altos techos abovedados y paredes descorchadas repletas de estanterías atiborradas con cacharros de cerámica y un sofá-cama de Ikea tapado con una especie de colcha “hippy”.

El día que fui a hacerle el encargo me deslumbró su cuerpo cubierto en una bata blanca de la seguridad social reciclada para el taller, le quedaba algo estrecha y no llevaba nada debajo, salvo la ropa interior, el botón situado a la altura de sus pechos parecía que iba a estallar y mi cabeza con él…. Era, y es, morena, sensual y morbosa, muy mujer…. Parafraseando al anuncio de la tienda de muebles sueca a la que aludía antes, se me iba la mirada de los pechos al sofá, del sofá a su boca y de su boca… otra vez al sofá….

Me atendió con bastante simpatía. Llegué a creer, y a imaginar, que le había gustado ya que me sonreía y miraba con descaro mientras yo titubeaba enseñándole la foto de un azulejo antiguo que se me había antojado para que me hiciera una reproducción. Era una de las estaciones del Vía Crucis concretamente la Octava: “Aquí se contempla el encuentro de Nuestro Redentor con las Piadosas Mujeres que lloraban por Él” Desde entonces no se me quita de la cabeza la imagen de esta mujer, sueño con un encuentro en el que ella sea piadosa conmigo, que me redima con el bálsamo de sus labios y que destrocemos ese sofá sueco con la lucha incansable de nuestros cuerpos…

Hoy me armé de valor, entré en el viejo portal. Me disponía a llamar al timbre pero opté por acercarme al patio contiguo y asomarme por la ventana, para ver, para verla…

Lo que contemplé desde la ventana me dejó vitrificado como una de las piezas cerámicas del taller. Estaba sentada con la bata algo desabrochada, mostrando un sujetador verde oscuro que casi me provocó una muerte súbita. Se había tomado una pausa en su trabajo y comía, pero de qué manera, un tajada de melón.

Era sorprendente comer melón en un taller de cerámica casi tanto como tener allí un sofá, pero ver comer a esa morena era todo un espectáculo. Cortaba con un cuchillo un trozo de la tajada que sostenía con la mano izquierda, se lo metía en la boca y cerraba los ojos…al darle el bocado se le mojaba los labios y algo del jugo de la fruta le resbalaba por su boca. No sé en qué estaba pensando pero parecía que disfrutaba…Mi cuerpo reaccionó ante tanta voluptuosidad. Ya no era solo de valor de lo que estaba armado.

Así no podría entrar pensé, ni siquiera llevaba una carpeta o algo para poder taparme. De pronto ella miró a la ventana y me descubrió. Sonrió, se limpió la boca y las manos con una servilleta de papel y fue abrir la puerta.

Parecía contenta de verme, aunque prometo que no más que yo.

- Pasa! …Qué sorpresaaaa!

Se sentó y siguió comiendo tranquila y provocadoramente lo que le quedaba de esa tajada de perdición, que diga de melón.

- Quieres un poco? me preguntó picarona, su mirada recorrió mi cuerpo y sonrió agradecida mi excitación.

- Nunca había visto a una mujer comer así, me excusé.

Cogió un trozo, se lo acercó a los labios y sin dejar de mirarme lo sostuvo entre sus dientes, se levantó y lo acercó a mi boca. Mis labios temblaban al notar el frescor de la fruta mezclado con el fuego que desprendía su aliento. Nunca probé nada tan exquisito. Miré sus pechos, ni siquiera se había abrochado la bata, es más, se empezó a quitar despacio los botones que le quedaban, puse las manos en su cintura, no podía creer lo que tenía delante de mí.

-¿Eres de verdad? Pregunté antes de meter la cabeza bajo su bata y besar los aledaños de su ombligo. Me llevó al sofá soñado, me senté en él y ella en mí….estaba en sus manos, en su cuerpo, solo tenía que obedecer sus deseos que eran los míos.

Comenzó a besarme mientras sus caderas me mataban. Se deshizo de mi camisa como si desgajara una naranja que iba a devorar, el resto de nuestras ropas no sé cómo se desprendieron, pero las vi volar por el taller. Me sentía como un hombrecillo de barro amasado por sus manos, esmaltado con sus besos, cocido con el calor que desprendía su vientre…

Cabalgó con movimientos lentos y acompasados, con una mirada fija que, a veces, por culpa del placer, parecía perderse. Se apartó de mí y dijo: ayúdame!

Entre los dos abrimos el sofá y para estirar la colcha que lo cubría se puso a cuatro patas y ….no pude evitarlo: la embestí por detrás. Su mano agarrada a la colcha, resistiéndose y entregada a la vez, se ha quedado en mi mente grabada a fuego como en un mural cerámico.

Ni que decir tiene que me faltaron estaciones del Vía Crucis para encargarle. Desde entonces, algunas tardes me paso por el viejo taller donde su bata y su sofá se siguen abriendo para mí y donde la mano de una piadosa mujer arruga una colcha mientras su cuerpo se me ofrece como la más exquisita de las frutas.

lunes, 16 de mayo de 2011

EL ESPEJO

- Ya no eres la más bella mi reina…

Desde que oyó la maldita afirmación su vida estuvo marcada por la obsesión de recuperar, fuera como fuera, el que siempre fue su trono. Nada ni nadie se lo impediría. Por eso llenó el reino de brujas narigudas y desdentadas. Por eso llevó manzanas envenenadas hasta el último de los rincones. Por eso llegó a robar los fríos del calendario, para que las blancas nieves no aparecieran en los resquicios del almanaque. Por eso, y sólo por eso, prohibió la existencia de hombres que no dieran la talla, daba igual que fueran felices, mocosos, muditos, perezosos, dormilones o gruñones…

Pero nada parecía hacer efecto. Quizás había equivocado su plan actuación. No seguiría actuando fuera. La acción se encaminaba hacia adentro. Frente a frente. Sin máscaras ni excusas…

No tuvo prisas en la preparación, ni en los perfumes, ni en el peinado, ni en la elección de la ropa… Tampoco tuvo prisas en la ceremoniosa forma de desnudarse, allí, frente a frente, la verdad desnuda, sin tapujos. Se vio y se gustó. También debió gustar. Sobre todo cuando, sin prisa alguna, acarició hasta el último poro de su placeres, de la dureza de sus pechos a las profundidades de su sexo. Llegó un momento en el que no tuvo más remedio que cerrar los ojos y contener un gemido de satisfacción. Su respiración entrecortada le permitió escuchar la sentencia esperada:

- Ya sí eres la más bella, mi reina…

No hacían falta más palabras. La humedad que descendía por su entrepierna confirmaba su regreso a un trono que nunca debió abandonar…


viernes, 13 de mayo de 2011

INSTINTO BÁSICO

En su despacho recordé el tema del instinto básico de supervivencia y el minivestido blanco de Sharon Stone. Conocimiento del Medio y del Cine mezclados en un hábil cruce de piernas. No creo que el director consiguiera su objetivo. Tampoco que llevara ropa interior. Son aspectos sin importancia...

Sí la tiene que hoy hayan sustituido faldas por pantalones en el uniforme del colegio.

domingo, 8 de mayo de 2011

EL CASO DEL ESTRAPERLO por Jesús R.R.

Es triste que no nos lo hayamos inventado nosotros.

Pero me abandono con gracia al hecho de que:

... programados.

Se desatan a medio abrazo

los cinturones, con los que te ataré...

Los sujetadores que no vas a necesitar

demás ropa y de más...

-Aspiro-

resoplas.

No habrá gemidos, ni demás decorado.

Tu cuerpo estrapelado sólo

entre mis manos

Y mis manos entre las tuyas.

Rebuscando y hundiéndome

y unirme rebuscando.

por cada rincón, en cada media,

cada media pulgada.

Haciendo música ahogada tocada por mis dedos

música pagana, aunque venga de tu cuerpo.

Y para que sea ahogada

nos asfixiaremos:

nos ahorcaremos por la garganta.

Rojos los labios que se agarran a tus dientes

Y en mi mandíbula dislocada

Aún rastros de tu saliva fluorescente

Mientras:

>>Reventarán tus pupilas

y palidecerán nuestros cerebros a la vez

con el silbido de una explosión

que se mantiene dejándonos sordos.

Porque/ya que todo transcurre en silencio

podríamos haber sido sordos y ciegos

Y seguirnos rastreando como perros

cada rincón, cada media

cada media pulgada...

Te huelo, te huelo

y tú me muerdes, me muerdes.

Y tienes cerca de cuarenta y ocho

y tu respiración es un géiser.

Adoro sujetarme de esos labios calientes

cuando estoy a punto de caer

y no veo nada, aún lo escuche detrás del silbido

monotónico y aburrido, que es el tacto

apenas sensitivo.

Salvo cuando tienes fiebre

y tiembla tu cuerpo estrapelado sólo

del frío

entre mis manos

Y tus manos buscando el abrigo

Rebuscando y abandonándose

y tener el escalofrío

por cada rincón, en cada media,

cada media pulgada.

Poros abiertos

-Toda estrapelada-

Tu cuerpo entero se abre

para que una vez más:

>>Revienten tus pupilas

y palidezcan nuestros cerebros a la vez,

con el sonido clínico de la última exhalación

poniendo un cojín a la voz del mundo ahí fuera.

Porque ya que todo transcurre en silencio

podríamos haber sido sordos y ciegos

Y seguirnos rastreando como perros

cada rincón, cada media

cada media pulgada...