martes, 28 de mayo de 2013

SECRETOS DE MEDIANOCHE por María José Durán



Al pensar en ti me invaden, en los momentos más inesperados, oleadas de excitación. Al notar un torbellino de placer acercándose a mi espalda inclino el cuello hacia atrás y me dejo llevar por el escalofrío. Y cuando digo que me ocurre en las circunstancias más peregrinas, "I mean it", como dicen los ingleses.
Puede pasar, por ejemplo, en una rueda de prensa, mientras friego los platos o volviendo a casa en bici. Debo decir, a colación, que la tercera de estas localizaciones me parece la más placentera.
Me quedo paralizada al tiempo que el escalofrío llega a mi sexo. Aprieto fuerte las piernas, como si te tuviese dentro de mí, y pierdo por completo todo poder sobre mi concentración.
Entonces, con el siguiente aliento, la sensación se disipa. Me queda el dibujo en mi cabeza de tu sonrisa, las venas marcadas en tu antebrazo o el vago recuerdo del calor de tus labios sobre los míos. Miro a mi alrededor y todo sigue exactamente como lo dejé, como si el instante hubiese detenido el tiempo. Continúo con mi normalidad, anoto algo, escurro un tenedor o sigo pedaleando. Solo me delata el esbozo de una media sonrisa y el brillo de mi mirada.

viernes, 24 de mayo de 2013

MI ADORABLE SOBRINO por Asun Jiménez



Mi marido no me puede acompañar los sábados a vender en el mercadillo y lo hace su sobrino Rafael. Rafael es un gitano alto, fuerte y con unos ojos... Carga en un suspiro todo el género con sus grandes brazos en la furgoneta y la arranca con fuerza mientras me canta:
- Limpiaba el agua del río… como la estrella de la mañana, limpiaba el cariño mío al manantial de tu fuente clara… como el agua…como el agua….
Su alegría y vitalidad es contagiosa. Jóvenes gitanas se acercan al puesto e intentan 'ronear' con él pero no les hace caso. En cambio, se encela si algún payo me dice algo o me mira con mala intención, que no son pocos. Soy una gitana muy guapa, aunque esté mal que yo lo diga.  
Mientras ambos atendemos al público se producen choques fortuitos que no tomo en cuenta, pero mi cuerpo sí. Cada roce es un látigo, un resquemor que recorre mis entrañas y que me deja casi sin aire…
En el bolsillo de mi delantal llevo pequeños billetes para el cambio, ya no me los pide como hacía antes, ahora mete la mano… siento como sus dedos me hurgan, como recorren y acarician mi vientre antes de coger el dinero. Mi turbación va en aumento mientras su descaro crece.
- ¡Me tienes loco! - me jura.
- ¡Ay Rafaé!...
Me escapo donde la furgoneta buscando aire, intentando recordar a la gitana honrada que siempre he sido. Mi sobrino se me acerca y me coge por la cintura. Le pego una bofetada para soltarme, intentando poner orden y respeto. Reacciona besándome. ¡Y cómo besa este chiquillo! Me zafo de él como puedo.
Al volver al puesto veo que mi sobrino recoge todo aunque aún es muy temprano. Le ayudo a guardar el género y a desmontar el tenderete sin hablarle.
Subimos a la furgoneta. Estoy como ida, con la mirada tan perdida como yo. Él sonríe y canta.
- De ti deseo yo to el calor, pa ti mi cuerpo si lo quieres tú, fuego en la sangre nos corre a los dos… como el agua…como el agua…como el agua

lunes, 20 de mayo de 2013

LA DIOSA Y EL POETA por A. Nónimo



Se fue desnudando con el pudor dibujado en la piel tostada por Apolo. En los muslos, las huellas mitológicas que los dedos de Plutón dejaron en su carne de Proserpina. Sintió el aire de mayo en el pubis dorado, en la flor levemente entreabierta que ya no sería su secreto mejor guardado. Salió del biombo con toda su belleza envuelta en el aire tibio del estudio. El artista la miró con ojos tartamudos. Le temblaban los pinceles, se le derramaba el óleo por las pupilas dilatadas. Ella se situó en el punto marcado. El pintor empezó a reflejarla en el lienzo imposible del retrato. Hasta que ella se cansó de estar quieta y desnuda. Le pidió permiso para descansar un poco. El artista asintió con un golpe de sienes sudorosas. Ella se giró y fue acercándose a mi asombro. Me miró como una gacela turbia de deseo. Bajó la cremallera que estaba subida por la obviedad. No tuvo que desnudarse, porque ya era llama de fulgor viva. El resto fue un galope que se clavó en el lugar exacto.
-Ahora no quiero que me pinten, ahora quiero que me hables...
A veces, ser poeta tiene sus ventajas.

sábado, 18 de mayo de 2013

REFLEJOS por Dana



La frialdad de un cristal contrasta con unos ojos ardientes y perturbados, que se clavan en mi cuerpo, su aire caliente empaña mi cuello, quiero resistirme a mirarlo, sus manos recorren mi piel buscando el encanto escondido, le siento detrás y me van acariciando de arriba hacia abajo- mírate, eres el pecado- ¿yo? Pecado, debe ser llegar  a la mortalidad y revivir en el goce más dominante del deseo reflejado que tengo ante mis ojos.

viernes, 10 de mayo de 2013

CAROLINA Y EL TELÉFONO por María José Durán



Carolina estaba sentada justo al lado del teléfono. Las manos sobre las rodillas, las piernas bien apretadas y la mirada fija en el dibujo del papel pintado que adornaba la pared de enfrente. Apenas movía un músculo. A cada rato, su madre pasaba junto a ella cargada con ropa para planchar, el trapo del polvo o la escoba y el recogedor. "Carolina, te va a dar algo ahí tan quieta", le decía.
"Si me ha dicho que me va a llamar, es que me va a llamar", resonaba dentro de la cabeza de Carolina. Apretaba los dientes y echaba el culo para atrás de la silla de enea sobre la que descansaban sus turgentes posaderas. Casi rozaba el suelo con los pies moviendo, alternativamente, una pierna hacia delante y otra hacia detrás.
Los nervios del estómago no la dejaban parar quieta. Suspiraba, se inclinaba, se revolvía y secaba con sus manos el sudor que acumulaba entre los muslos, tanteando disimuladamente las braguitas blancas de tela perforada que llevaba aquel día.
Al primer rugido del aparato la pequeña montaba en cólera. Descolgaba frenética mientras su interior rezumaba. "¿Se encuentra la señora de la casa?", sonaba al otro lado. Carolina respondía desganada, colgaba el teléfono lo más pronto posible para dejar libre la línea y volvía a derretirse sobre la silla de enea.
Carolina apretaba, cada vez más, un muslo con otro. Rozaba su trasero contra el asiento. No quería levantarse, por si llamaba, pero tenía que ir a hacer pipí. Cuando tiraba de la cadena oyó a lo lejos el desagradable pitido. Lo había descolgado su madre.
"¡Carolina, es Victoria... otra vez!"
Una sonrisa de oreja a oreja y un suspiro se le escaparon con dos lágrimas en los ojos. En un arrebato de excitación corrió de vuelta al pasillo. Ansiosa, se acercó el micrófono a la boca y, enredando el cable del teléfono con su dedo índice, se sentó en la silla de enea a hablar mientras se tanteaba las braguitas blancas de tela perforada.

Y yo rezumo junto al teléfono esperando tu llamada. Aunque mis bragas no sean blancas, ni mi silla de enea, y los pies ya me lleguen al suelo...

sábado, 4 de mayo de 2013

EL ALMANAQUE





 Todo comenzó con unas caricias intrascendentes que aquel mismo día decidió autoconcederse: nunca antes había sentido tanta potencia en el antes, el durante y hasta el después. Algo parecido le comentó su mujer cuando notó la pericia de aquellos dedos juguetones sobre sus pechos: llegó a confesarle que notaba un cosquilleo bailón sobre sus pezones que jamás había sentido. La anécdota no quedó ahí. Las primeras caricias en su entrepierna motivaron unas respiraciones entrecortadas que subieron de ritmo cuando los dedos, ¡ay esos dedos juguetones!, acariciaron su sucinto vello para penetrar, poco a poco, en una cavidad que pasó de la espera a la tensión, y de ésta a una emoción tan placentera que, cuando la punta del dedo danzaba por su más profundo y enhiesto punto de placer, se convirtió en un torrente de humedades que no pareció afectar a las bailonas cifras que sólo el dueño de aquella mañosa mano parecía conocer…

Hoy recuerda aquel primer día y parece temblar de la emoción. Ha sido el mes más placentero de su existencia. No ha habido día carente de emociones. Su mujer no se explica el cambio. Él tampoco. Aunque el día más temido ha llegado.  Delante del almanaque, dubitativo y expectante,  teme pasar la página correspondiente al mes de Abril…