lunes, 24 de noviembre de 2014

LA ZURDA por Juan Bragas



Tuvo que recostarse para que no chocara el codo de ella con su vientre, para darle espacio para moverse a ese brazo que parecía puesto al revés, en una postura imposible. Ella la miraba fijamente y su pulso y su ritmo eran de una intensidad creciente. Esa mirada suya, tan seria, y ese oficio le sorprendieron.
No podía controlar sus pensamientos en esos momentos y la postura del brazo izquierdo de ella, que le parecía tan incómoda, le recordó a cada vez que la había visto escribir en clase: el brazo encima del cuaderno, la cabeza gacha, la muñeca torcida arrastrando el brazo…Parecía estar escribiendo entre sus piernas.
-Vaya bulto.
-He acumulado mucha tensión en estos días.
-Me dejas que te quite la tensión
Parecía hipnotizada por la existencia de la polla de él, no dejaba de mirarla como la que observa un ídolo, un tótem, y sus movimientos con su mano izquierda: un sacrificio bien aprendido, un modo de redención, una catarsis.
Abarcando con aquella mano izquierda el tallo, observando esa otra cabeza, aceleró como leyéndole el pensamiento, porque él no decía nada, y se le hinchaban los labios y le cambiaba la expresión del rostro. Ya había observado otras veces que cuando se excitaba se le cambiaba la expresión de la cara… como explicarlo: se le hinchaban los labios, le cambiaba el color de los ojos, se le cerraban un poco los párpados, se le sonrojaban las mejillas, sólo por un momento… algo extrasensorial había también.
Sin saber muy bien como, ella notó que él estaba llegando porque, alcanzando ese punto, dobló su mano, agudizó su mirada, se la tronchó una de cada dos o tres veces al final quedando la polla en sus manos como un muñeco que, finalmente,  apretó más fuerte por el tallo y después soltó para  que explotara en un escalofrío, como un géiser de cuyo espectáculo ella era observadora de la misma manera reverencial, obnubilada, ensimismada y con oficio con la que realizó toda aquella maniobra excelsa.
Una maniobra manual en la oscuridad, una representación de una partitura para la mano izquierda, una paja a mano cambiada, un trabajo bien hecho...

viernes, 7 de noviembre de 2014

MAYÚSCULAS



Me acerqué con cautela a la ventana. Al fondo se divisaba un enorme jardín. Ella, como en la vieja canción de rock, saltó por la ventana sin que yo pudiera evitarlo. Libre de lazos y mordazas quiso reconocer el nuevo escenario. Vio, olfateó, tanteó, sopesó y eligió. Marcado el lugar propicio y favorable, dio rienda suelta a sus deseos: miró alrededor, se sintió libre y dio por buena la elección. Sabía que yo la miraba y se disponía a transformar el paisaje en un auténtico jardín de las delicias. Separando suavemente sus patas volcó en el lugar elegido el flujo contenido durante tanto tiempo: lluvia dorada en los dorados campos. Caía la tarde y se elevaban las satisfacciones, las confesables y las inconfesables. Cuando la llamé por su nombre pude intuir en su rostro una mirada cómplice, una plenitud de deseos consumados. Volvió, siempre lo hacía, corriendo hacia mí. Buscó, siempre lo hacía, su roce con mi piel. Regresó, siempre lo hacía, con la dueña de su destino. Meneó, siempre lo hacía, el rabo con alegría. Mi perra Cautela es así. Su dueña siempre cometerá faltas de ortografía…