lunes, 5 de septiembre de 2011

TORERA por Asun Jiménez

Cuando paró el coche, me quedé inmóvil, como clavada en el asiento. Miedo en el cuerpo, deseo a flor de piel.

- Vamos … Te va a gustar!

La dehesa, iluminada por la misma luna que protege a los toreros furtivos, estaba hermosa aquella noche de verano aunque yo no pudiera apreciarlo. Nos acercamos al cerrado, saltamos la valla de madera y caminamos hasta un alcornoque cercano. Los toros nos miraban, empezaron a moverse, a avanzar lenta y peligrosamente hacia nosotros. Yo me puse a temblar.

Mi torero me susurró algo que no pude oír, pero obedecí quedándome quieta. Cualquier movimiento brusco podría desencadenar una tragedia. Me besó con suavidad, con pasión contenida y, poco a poco, nos fuimos quedando sin ropa. Un toro de bonitas hechuras y generosos pitones se acercó. Fue entonces cuando él, cogiéndome por la cintura me giró y me puso frente al animal.

- Ahora vas a saber lo que se siente delante de un toro.

Efectivamente, por primera vez en mi vida estaba delante de un toro, a pocos metros y a pecho descubierto, nunca mejor dicho. Detrás tenía a un torero desnudo que me mordía el cuello mientras acariciaba mi asustado cuerpo. Sentía miedo sí, pero también la humedad de mis ingles. El sonido de mi respiración se confundía con la del astado que no nos quitaba ojo, aunque el que de verdad me embistió no fue el morlaco. Miedo y placer, jindama y goce….terror callado, gemidos sordos. Bendita mezcla para la noche de mi alternativa donde la luna actuaba como testigo.

Mi templanza tuvo su trofeo y hasta el toro se permitió indultarnos. Acabada la faena el maestro me dijo:

- Bien… Torera!

Sonreí y di la vuelta al ruedo en sus labios.


1 comentario:

L.N.J. dijo...

Muy bonito Asun. Así se torea, con elegancia y placer.