Sobre el lecho, ella quedó inconsciente durante unos instantes que a él le parecieron cien largos años. Difuso tiempo en el que olvidó los dichosos consejos paternos, a las aburridas tías del pueblo y a las ingratas tareas de costura que tan poco le gustaban. Al recobrar la consciencia, él, con el susto dibujado en el rostro, le susurró al oído:
- - Pensé que te habías dormido, que estabas metida en un cuento o incluso que habías muerto.
La respuesta, sin tapujos, lo sacó de fantasías y lo devolvió a las más apetecibles realidades:
- - Haz el favor de besarme y fóllame otra vez igual que antes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario