Llego tarde, como siempre a la cena del jueves. Estáis todos sentados en una mesa ovalada con vuestras bebidas y canapés, tú, fumando un cigarro con esos labios y esa mirada que lanza el humo hacia mí. No dejas de mirarme, me haces una señal, un gesto para que vaya a tu lado.
- No hay sitio para ti- me dices- apagas dos velas que acompañan a tu plato.
- Ya lo sé, no te preocupes.
Me tomas por la cintura y haces un suave gesto retirando tu silla hacia atrás, todos hablan mientras la cena se hace perpetua y aburrida, esa cena de algunos jueves donde tantas veces hablamos de Apolo y Dafne y de la honra a los grandes poetas. Tú, siempre tú que estremeces las palabras de Eros y su flecha es el filo de tus labios, esos que tanto deseo que me besen.
Me llevas a tus piernas y me siento encima tuya arropada por tus manos en mis entrepiernas, subes la falda poco a poco mientras apoyo mis codos en la mesa y empiezas a besarme en la espalda. ¡Oh, dios!, quiero levantarme entre la tenue luz de la velada y el leve murmullo.
- No, no te vayas- susurras besando mi cuello suavemente.
Te siento excitado, tus manos buscan mis manos sobre la mesa, poco a poco nos movemos y entonces empieza mi fantasía: una vez dentro de mí no quiero que acabe la noche, los movimientos son suaves, sabemos que llegaremos al final, nada nos importa.
Mientras tanto, Peneo convertirá la sangre de los allí presente en vino y adormecerán mientras el juego sólo acaba de empezar...
4 comentarios:
uhmmmm
muy sugerente.
Saludos
Y tan sugerente que un relato así entran ganas de llevarlo a la realidad.
Esta mujer tiene fantasías muy buenas y lo mejor de ello es limpia y dada a escribir como lo siente. Atrevida, clara y con una fina elegancia.
Felicidades.
Gracias a ambos, sinceramente una vez escrito no me gusta el resultado.
Gracias Máximo.
¡Ay! los anónimos...
Gracias _ rascaviejas_.
Quizás la forma de escribirlo no te sea tan sugerente pero el contenido es muy bueno. Ese final en el que Peneo convierte la sangre de los demás en vino y el adorno de la mesa ha dado el puntillazo al escrito.
A veces hay que mantenerse en el anonimato.
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