Cerró los ojos para que el olor recorriera las galerías de su memoria. Un aroma que lo llevó a aquellos años en que la espina del deseo se clavó en la ternura de su corazón adolescente. Aquella mañana lejana de junio había visto a una mujer de verdad. Rotunda como aquella torre iluminada por un sol que le erizaba su piel de ladrillo ardiente. Ese recuerdo lo acompañó durante la soledad de madrugadas sofocantes, en tardes de otoño propicias para el placer de la lentitud, en inviernos que pedían calor de sábanas, en veranos que regresaban ese día de plata reluciente, cuando el olor del campo invadía las calles de la ciudad y aparecía en sus sueños el perfil de aquella mujer.
Han pasado los años. Se fue un siglo y llegó otro. Hoy ha podido cumplir ese deseo que le envenenaba las ingles. Hoy la ha encontrado en el cortejo. Era ella. Tenía la misma edad que entonces. La perfecta edad de la madurez. No era otra. Era la misma mujer aunque su nombre no sonara igual. No ha bajado los ojos como entonces. Se ha adelantado a la corrida que esa tarde se celebraba en el albero que quema y no arde. Como hizo el rey que la precedía con la ciudad, la ha conquistado… o se ha dejado conquistar por ella.
Se encerró con su cuerpo en la penumbra de una alcoba para comprobar que era ella. Eran los mismos pechos que lo deslumbraron cuando le arrojó el sostén a sus pies. Eran las mismas rosas presentidas que pedían el mordisco suave que Adán le dio a la manzana. Eran los mismos muslos que cabalgarían a lomos de su éxtasis. Era la misma cintura que le provocó el escalofrío del primer abrazo. Era la misma mano que se agarraría a la sábana cuando él la acometiera por detrás para sofocar el fuego acumulado durante tantos años. Era el gemido que había escuchado en sueños. Y era el olor de la hierba recién segada en el filo de sus labios. Cuando entró en el templo caliente de su cuerpo recordó que ese nombre venía del latín corpus.
2 comentarios:
me encanta como está escrito y descrito, felicidades.
digamos que el palomo arrulló, arrulló hasta que la paloma se agachó...
terminado el acto... como hizo el rey que la precedía... el palomo cortó queso de bola y se metió un atracón... un simple placer fetichista iconográfico...
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