Mi infancia estuvo marcada por mi nombre. Mi maldito nombre. El de mi vergüenza… Creo que fue el motivo de esa jodida timidez que escondí bajo una fachada de atrevimiento. Por eso me inventé aquel juego. Por eso y por ella, la niña de la sonrisa eterna que acompañaba mis mejores sueños. Era un acto único, sin preámbulos ni preliminares. Con un escenario perfecto. En el marcado rectángulo que formaban las baldosas de la calle las abordaba con el gesto serio del matón que nunca fui: «¡La que se salga del rectángulo, se tiene que bajar las bragas». En el fondo, a mí sólo me interesaba ella. Siempre ella… Parecía faltarle el tiempo, se ruborizaban sus pómulos, se iluminaba su cara y le brillaba la picardía de sus ojos. Aparentaba volverse patosa y con un torpe movimiento mal disimulado se salía de los límites de la baldosa. Era el momento soñado: las bragas, en los tobillos. La niña de mis ojos se convertía en la libertad soñada, sin pudores, ni vergüenzas. La verdad desnuda frente a un mundo condensado en un tímido niño con disfraz de adulto. Sonreían sus labios y sonreía su sexo disfrutando con mi cara de sorpresa. Nunca dejó de sorprenderme…
«Bájate las bragas» le he dicho después de sortear baldosas de límites inconcretos. Ella ya es toda una mujer, aunque mantiene la picardía infantil de sus ojos. Las bragas han vuelto a caer hasta los tobillos. Sonríen sus labios y sonríe su sexo. Ahora se concentran allí mis sueños y sus deseos, su mundo y el mío. Me ha dicho que siente vergüenza. Tendrá que olvidarla. Como mi nombre. El de la mía. Me llamo Domingo. Mi vida es, desde hoy, una continua fiesta. Como la infancia. Una fiesta de guardar…
5 comentarios:
Uy, Manuel Jesús...se me había escapado la existencia de este blog...Lo reparo enseguida.
Un fuerte abrazo.
¡¡¡¡¡Te como!!!!!!!!!
Ayyyyyyyy los niños, los juegos y las fantasias...
Saludos.
GUAAAAAAAAAAAAAAAAU... me ha encantado... Estos niños y sus juegos, se convierten en adultos y siguen jugando como niños ¡ou yeah!
No hay nada como seguir jugando...¿no?
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