martes, 23 de noviembre de 2010

Travesuras de la niña mala

A pesar las coletas y de las falsas pecas, reconocí su rostro al salir de aquella picante y sugerente tienda. La discreta y recatada cursillista, la modélica alumna de la congregación, la ejemplar propagandista de la fe de nuestras abuelas o tatarabuelas, la ardua defensora de antiguas teologías y de prehistóricas virginidades, la discreta y hasta remilgada compañera de pupitres universitarios y de charlas cuaresmales apenas era reconocible en su nueva apariencia. No era carnaval, pero, al salir de aquella tienda había rejuvenecido, tanto en el físico como en el espíritu. Unas altas coletas habían hecho olvidar su rígido peinado, una amplias gafas reforzaban la belleza de unos desconocidos ojos, una entallada blusa blanca descubría la turgencia de unos pechos antes apenas sugeridos, una minúscula faldita tableada apenas culminaba unas interminables piernas de piel blanca esbozada bajo el misterio de los colegiales calcetines infantiles. Formas juveniles realzadas por un tacón de impacto y por un discreto carmín de labios. Apenas era reconocible, pero su andar lascivo y las suaves chupadas que daba a una rojiza piruleta hicieron que tardara en olvidar su imagen.

Pasó el tiempo y la escena quedó casi borrada en las nebulosas de los sueños vividos... Un maldito accidente ha provocado mi ingreso hospitalario. Han venido a mi mente algunos recuerdos de juventud. Al ver su rostro sobre la insulsa bata verde del SAS he recordado la especialidad que cursó. Hechos los preceptivos análisis y limpiezas, en la soledad de la habitación ha decidido prescindir de la normativa bata verde. El atrevimiento de su sucinta ropa interior, sus insinuantes pecas y la piruleta que empieza a chupar han hecho que surja en mí la duda... Empiezo a decir adiós a su antigua imagen de catequista, a la apariencia intrascendente de las habitaciones de hospital y al concepto de virginidad que alguien metió en mi mente hace ya muchos años...


1 comentario:

Rascaviejas dijo...

Foto de Antonio Sánchez Carrasco. Texto publicado en "La Sevilla Erótica"