jueves, 2 de diciembre de 2010

CAPERUCITA

Algunos piensan que el hombre es un lobo para el hombre. Se equivocan. Al menos, conmigo… Será que siempre supe llevarles por el sendero adecuado. Qué se yo… El caso es que, siempre que me lo propuse, me los llevé al cesto. Una cosa fácil, casi de cuento. Porque del érase una vez hasta las perdices siempre cayeron a mis pies. Eran tan infantiles… Me veían y sólo se les ocurría preguntarme adónde iba… Dónde iba a ir… Al follaje del bosque. A los rincones más secretos. Al camino más lejano. A los placeres más cercanos… Y he probado de todo. Lamí las mieles más dulces y las carnes más prietas, palpé los lugares más profundos y correspondí abriendo mis profundidades, regué con mis salivas las cerezas más jugosas y me bañé en la leche de acechantes que acabaron acechados por mis garras. Loba para el hombre. Hombres con piel de cordero. De todos disfruté y a todos hice disfrutar. Cazadores cazados. En el bosque de los placeres me penetraron en todas las posturas, a dos y a cuatro patas, sobre los troncos y bajo las copas, en la claridad del día y en la espesura de la noche. Nunca pusieron excusas ni se dejaron cazar en pleno acto. Nunca dejé rastro. Nunca pusieron pegas a la excusa de mis paseos por el bosque. Loba no sé, pero siempre fui un poco zorra…

…No sé qué haré cuando muera la abuelita…


1 comentario:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

¡Ya decía yo que Caperucita no era como me lo habían contado!!
Me gusta más esta parte del cuento.
Saludos.