martes, 22 de diciembre de 2015

PAPÁ NOEL por Mecu Nil Hingus

La cena de Nochebuena en familia fue opípara. Tuve que resistir las miradas lascivas de mis cuñados. Y eso que mi falda, tal vez más corta de lo habitual para este tipo de celebraciones, dejaba ver sólo la liga bordada de las medias y algo del liguero. Al recoger los platos sentí un bulto duro en mis glúteos mientras la voz de mi cuñado Eloy me susurraba algo al oído. Pero todo quedó ahí. Ellos se fueron y yo me fui a la cama. Dormitorio de soltera. Los peluches de siempre. Apagué la luz y caí en la cuenta de que no le había podido nada a Papá Noel. Cerré los ojos y formulé un deseo. Con la ayuda del cava me quedé dormida muy pronto. El sueño me llevó de la mano hasta una sensación que empezó a bullir entre mis muslos. Las ingles, depiladas y un punto húmedas, sentían la lengua de un experto. Mi clítoris ardía. Mis labios se abrieron hasta derramarse en la boca del desconocido. Abrí los ojos. Blanco y rojo. Me guiñó un ojo mientras la silueta de un reno se dibujaba en el contraluz de la ventana. Entonces me acordé del anuncio de Coca Cola que había visto esa misma tarde en el metro. “Haz feliz a alguien”.  


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