domingo, 28 de julio de 2013

SEBASTIÁN (SANTORAL IRREVERENTE)

Hoy tocan emociones fuertes Sebastián...
Y yo, amante en la sombra de la pasión menos recomendable, la creí sin poner el más mínimo límite ni impedimento. Ni antes, ni durante, ni después...
Véndate los ojos. Quédate quieto. Dame tus manos...
Tres imperativos a los que ha seguido el duro presente de una cuerda que me ha inmovilizado, de una ceguera forzosa que se ha impuesto y de un dolor que se se ha mezclado con la incertidumbre de un camino sin luz en la noche...
Ahora viene el dolor, el martirio, la pasión...
No sabría decir cuántas veces ni cual ha sido la más dolorosa. Un dardo, dos, tres, cuatro... En el pecho, en los brazos, en las piernas, en los muslos, en la pelvis, en mi espalda. Dolor de saetas lanzadas contra mi cuerpo en una cruel acupuntura de pasión. He gritado, callado, susurrado, implorado y, lo reconozco, he gemido. Dolor en cada uno de los rincones de mi cuerpo.
Cada llaga será un punto para el placer eterno...
Dicho y hecho. Primero me ha besado, al mismo tiempo que quitaba la venda de mis ojos. Besos en mis labios, en la llaga del hombro, en la de la cintura, en la llaga de la espalda, en la dolorosa llaga del muslo, en las llagas de los brazos, en la llaga del muslo... Ha llegado a la entrepierna y ha añadido la lengua a sus besos. Con levedad inicial, con relajado rastreo posterior, suelta y desinhibida, y hasta con glotonería final. Olvidó los besos y ya sólo piensa en chupar con una voracidad increíble. No parece tener fin. Ni límite. Ni freno. La dureza de mi entrepierna tampoco. La eternidad de la tortura se me hace un rumor pasado frente a la placentera realidad presente. Confieso que he tardado, pero que no he tenido más remedio que llegar al final. Realidad fundida con deseo en una pasión que fluye desde lo más profundo de mi pasado dolor...
¿Sabes una cosa Irene? Sé que hay muchos malpensados que te llaman puta, pero yo hoy te acabo de colocar en el más elevado de los altares...

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