domingo, 16 de diciembre de 2012

VÉRTIGO por Martini



Se paró el tiempo en el templado reloj de su cuerpo bruñido. Cerró los ojos al aire del abanico de sus frágiles pestañas y sus gráciles manos anduvieron perdidas por los montes y laderas del sexo, hasta alcanzar el vergel olímpico donde se liba la ambrosía.
 Ella era el perfume de su propia esencia, la fragancia absoluta del jugo que desgrana la ciencia de los sentidos.
Allá, afuera, el sonido del agua se convirtió en música, la languidez de sus dedos marcaban los latidos del corazón cuando vibra al ritmo de su propio gozo; y sin conciencia de sí misma, permitiéndose el lujo de no engañar ni engañarse, saciando la sed, incluso antes de descubrirla, rompió la cinta de llegada y entró en éxtasis; y soñó, soñó que el champán corría burbujeante y se derramaba como una caricia sobre su aterciopelada piel;y sintió, sintió en sus cálidos muslos el morbo del liguero rojo que le había regalado y que le abrazaba con el roce juguetón del encaje de seda y que suspiraba ante el tesoro mejor guardado para el amado, el mismo que ofrecería esa Nochevieja para darle de beber mientras luciría, espectacularmente, sobre sus zapatos de tacones de vértigo.

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