Decía flor y se abría mi rosa secreta. Decía olor y sentía su aliento entre mis
muslos. Decía espiga y se mojaba el vello con el agua de su boca y con la miel
de mi panal secreto. Decía vértigo y mi vientre se desplomaba en una caída
libre que me llevaba a las alturas. Me hablaba y me recorría con su lengua al
mismo tiempo. Nunca supe cómo pudo hacerlo. Era un mago, un nigromante, un
ilusionista que no dejaba de entrar en mi mente con su lengua mientras lamía mi
clítoris con su poesía. Ahora todo es distinto. Unos me regalan el oído
mientras arde mi vulva. Otros me comen entera en el silencio hueco del deseo
carnal. Pero nadie me ha hecho vibrar por dentro y por fuera al mismo tiempo.
Su lengua no es bífida, pero es capaz de bifurcarse en palabras y lamidos. Cada
noche añoro su presencia furtiva. ¿Volveré a escuchar una metáfora mientras
vibra el botón donde se aprieta el gozo? Sus labios son palabras. Y viceversa.
Eso es lo máximo. Por eso amantes habrá, pero como él, ninguno.
3 comentarios:
Enhorabuena por el relato.Olé por esos amantes que son únicos y tan difíciles de encontrar. Hallados hacemos lo imposible por conservarlos.
Fantástico... quiero ¡más!
Nunca unas palabras ahondaron tanto en una flor abierta, sin duda, este "amante doble" domina las artes amatorias y las letras. Éstas sí son, Palabras como labios y como lengua. Enhorabuena por darnos este placer añadido.
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