jueves, 24 de noviembre de 2011

PAULA, MI DULCE PAULA por Asun J.

El viaje a Madrid para asistir a un congreso con mi jefe y compañeros de trabajo no prometía mucho la verdad. La primera noche acepté ir a cenar con ellos. Hubiera preferido escaparme a ver algún musical o una obra de teatro, pero terminé viendo el espectáculo de mis compañeros fuera de su hábitat natural: hombres casados intentando lo imposible con compañeras sin pareja de la empresa, algunas de ellas arregladas como para una entrega de premios goyas...patético pero era lo que había.

Tras la cena, todos estábamos muy risueños por el exceso de Rioja y nos fuimos a un bar de copas cubano donde alguien propuso seguir la juerga bailando salsa y bebiendo mojitos.

Lo peor empezó cuando el impresentable de mi jefe se puso a tontear conmigo en la barra, situación incómoda donde las haya para una empleada como yo. Fue entonces cuando apareció ella, una joven de pelo corto, morena, de aspecto ‘hippy-moderno’, delgada y guapa, muy guapa, que se puso a hablarme al oído:

- El feo ése te está tirando los tejos, ¿no?- yo sonreía.

Mientras me hablaba notaba que se acercaba mucho, supuse que debido a la música tan alta. Sentía sus labios rozarse con mi oreja, con mi mejilla, tanta cercanía comenzaba a agradarme. Deslizó su copa por mi brazo, como queriéndome acariciar con él, esa mujer quería ligar conmigo, estaba claro. Mi jefe a mi lado en la barra y la bella chica al otro, demasiado para mí, estaba flipando y me reía yo sola.

La conversación con la chica me ayudó a desprenderme del ‘feo’ como ella lo bautizó, mi jefe no perdió el tiempo y fue por otra presa más fácil… Ya más relajada, decidí seguir la conversación con Paula, que así se llamaba ‘mi chavala’… yo misma hacía guasa de la situación.

Tenía una cara preciosa, ojos pequeños pero muy expresivos, una nariz puntiaguda y unos labios finos perfectamente dibujados. Qué bello perfil para una moneda, llegué a decirle… ¡Era tan guapa, era tan fácil piropearla…!

No creo que fuera el vino, pero lo cierto es que yo me encontraba muy bien con esa chica, con la que parecía tener una complicidad insólita, al fin y al cabo éramos unas desconocidas.

Cuando Paula dijo: - Vámonos! sin pensarlo solté la copa, me colgué el bolso y salimos del local. En la calle nos agarramos de la cintura mientras sonreíamos felices. Me dio un beso en los labios que yo correspondí. Besar a una mujer no estaba en mis planes, no del viaje, sino que no estaba en los planes de mi vida pero me estaba gustando hacerlo y mucho. Cogimos un taxi. El trayecto hasta mi hotel transcurrió en silencio, su mano recorría mi muslo derecho mientras mi única preocupación era que el taxista no mirara el asiento de atrás. Nunca me había ocurrido nada parecido, sin embargo yo actuaba con una naturalidad que aún me asombra.

Llegar a la habitación del hotel lejos de intimidarme fue liberador. Solas, sin nadie ni nada que nos estorbase, libres de miradas y de prejuicios. Nos abrazamos y besamos con pasión, con cariño, con naturalidad. Ni siquiera tuve que decirle que era la primera vez que estaba con una mujer, no necesitaba disculparme, ni confesarme; nada. Solo quería acariciar a esa bella criatura que la vida me regalaba y dejarme llevar por su locura compartida.

Nos desnudamos despacio. Cada caricia que le daba era correspondida con un gesto de placer en su cara, cada caricia recibida era un seísmo en mi interior que parecía que no pudiera controlar. Acariciar sus pechos, besar sus caderas…placeres impensables que aún hoy me estremecen al recordarlo.

No sabría definir cómo es estar con una mujer, pero todo es como más dulce. El roce de nuestros cuerpos me calmaba y excitaba a la vez; su lengua certera y sus dedos codiciosos me hicieron sentir más mujer que nunca mientras acariciaba y besaba unos pechos tersos e inquietos. Fue fácil amoldarse a su cuerpo, a su ritmo, a la sal de su sexo.

Al día siguiente me inventé una gastroenteritis que me libraría de asistir al aburrido congreso y me obligaría a permanecer recluida en la habitación del hotel… con mi adorada Paula, por supuesto. Fue un día inolvidable después de una noche increíble, donde apenas dejamos de besarnos, de tocarnos, de retozar sin darnos tregua alguna.

Después de aquello ha habido algunos hombres que me han dado el placer acostumbrado, pero el febril recuerdo de ella aún permanece en mi piel que la extraña y anhela. Paula, mi dulce Paula.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jolines, vaya relato bonito. me ha llenado y llegado las imágenes de una manera bestial. enhorabuena. josé perona

Anónimo dijo...

Muchas gracias José.
Asun