Primitivismo del lenguaje. Yo decía “bragueta” y una mano exploraba la dureza de mi entrepierna de forma automática. Ella decía “lengua” y yo humedecía la suya de la mejor de las maneras posibles. Decir “teta” era anticiparse a la visión de unos pezones sonrosados, decir “culo” suponía la caída al suelo de su sucinta ropa interior, decir “cama” era indicar simplemente el sitio, decir sexo era abrirse a todo una noche de deseos y placeres por satisfacer. Una relación primitiva que un día llegó a su fin. Creo que fue al mencionar aquel maldito vocablo.
-“Fellatio”, dije al aire, dándome aires del adulto que probablemente nunca fui. Cuando tuve que explicar el término comenzó el principio del fin. Que si el francés, que si el griego, que si la cubana… Complejidad en los nombres para llamar a lo de siempre. Del latín pasamos a los adjetivos y de los adjetivos a las oraciones compuestas y de éstas a las perífrasis… Lo peor fue la llegada del condicional. Condiciones que convertían en condicionantes: ¿Querrías? ¿Podríamos? ¿Te gustaría? ¿Deberíamos?
1 comentario:
Si es que no hay nada como el hombre primitivo.
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