Me
dijo que se llamaba Leonardo y me sonó a broma. No sé, me acordé del Dantés, el
friki que salía en la tele. Pinta peculiar sí que tenía. Pintor, arquitecto,
dibujante, científico, coleccionista… Creo que se inventó todas esas profesiones
para engatusarme y traerme a su estudio. No perdía nada. Ni pierdo. Por eso
estoy aquí. Me ha dicho que sonría y sonrío. Que pose y poso. Que me ponga misteriosa y lo hago,
vaya si lo hago. Cuando ha sugerido que me sienta cómoda, lo he hecho al pie de
la letra, empezando por el taburete de apoyo y por el vestido que me apretaba más
de la cuenta: ya ha caído al suelo. De lisa no tienes nada, ha dicho el muy
grosero. Ha perdido su tranquilidad pero yo no he perdido la sonrisa. Ha dicho
no se qué del esfumato y de convertirme en un icono para la posteridad. Cosas
de los artistas. Sigue entretenido con sus minúsculos pinceles aunque en sus
manos parece tener ahora una brocha. De buen tamaño y color intenso, tanto que
parece tener vida propia, sobre todo entre mis manos. Me insiste en que siga
sonriendo. No es ningún esfuerzo. Me ha hecho jurar que nadie debe conocer
nuestro secreto…
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