Doce largos años de matrimonio
para acabar sintiéndome como un extraño en mi propia habitación. Al muro
invisible de sus respuestas habituales, me duele la cabeza, es tarde, no tengo
ganas, quita esa mano de ahí… se ha unido, desde hace ya tiempo, una presencia
ciertamente incómoda, al menos para mí.
La ceremonia, casi como una
liturgia, se repite noche tras noche. Ella se desnuda de espaldas a mí,
ocultando las maniobras de aproximación, tanteo y actuación que realiza en
torno a la mesilla de noche que nos regaló su santa madre que en gloria esté.
Paradojas de la vida. Me sigue mostrando su espalda desnuda, se tumba, se
introduce sigilosamente en la cama y lanza al aire un gélido “buenas noches
cariño” en el que creo intuir el carácter prescindible del último adjetivo,
quizás, todas las noches lo pienso, codirigido a mi persona. Aquí suele
comenzar, sin solución de continuidad, mi sensación de extrañeza. Soy un
extranjero en mi propia cama. Noto que vuelve, noche tras noche, ese intruso
que la hace relajarse inicialmente, que eleva su temperatura, que la estira y
la contrae, que la convulsiona y la tranquiliza y que, nadie lo diría
conociéndola, le hace susurrar palabras y expresiones malsonantes que ellas
jamás usaría. Al jadeo final sigue, no falta a su cita, un silencio que hace
estremecer mis oídos durante un tiempo casi eterno. Llego a pensar que ha
muerto. Pero vive. Respira. Se suele levantar al cuarto de baño mientras noto
la unión de la frialdad de la habitación con la fría humedad que queda en las
sábanas.
Hoy ha iniciado la liturgia como
un día más. Oscuridad. Espalda. Desnudez. Despedida. Entre las sábanas, su
cuerpo se convierte en un signo de interrogación que no entiende la situación:
hoy no hay subida de temperatura, ni convulsiones, ni contracciones, ni
palabras malsonantes. Si acaso alguna exclamación. Un silencio, cargado de
dudas, sí ha aparecido. La visita al cuarto de baño se ha repetido. En la cama
no hay rastro alguno de humedades pasadas. Vivir, vive, aunque lamenta la ausencia
del maldito intruso…
Yo celebro haberle quitado las
pilas…
1 comentario:
Un relato excelente. Un saludo.
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