Nunca
pensé que la broma llegaría tan lejos. Ni que fuera tan satisfactoria. Hace ya
algunas semanas empecé a enviar mensajes por correo electrónico a mi mujer
haciéndome pasar por otro. Al principio me ignoró. Luego comenzó a contestar.
Pronto pasó de la más absoluta indiferencia a un interés que se fue acentuando
conforme avanzaban mis propuestas. Mi falso yo proponía y ella cumplía con el
yo verdadero. Cuando se disfrazó de cortesana dieciochesca me di cuenta de que
había caído, nunca mejor dicho, en mi red. Poseerla sobre la descalzadora del
dormitorio sin que se quitara el corsé fue una experiencia que no olvidaré.
Menos aún su petición de que la sodomizara en la cocina mientras terminaba de
cocinar, apenas vestida con una camiseta, un escueto delantal y una ausente
ropa interior. La verdad es que la veo feliz e ilusionada. Hasta atrevida. Y yo
no sé si soy yo o mi otro yo. Si anoche se atrevió a deslizar sus manos bajo la
ropa de camilla, meter sus manos en mi entrepierna y llevarme a los cielos mientras
veíamos la telenovela junto a mi suegra, es señal de que se va a atrever a
todo. Conmigo o con el otro, que ya no sé quién soy.
Lo
tengo decidido. Tengo que ubicarme. Esta noche le propondré que hagamos un trío
con su esposo…
2 comentarios:
Enhorabuena. Es envidiable. Saludos.
Un relato muy ingenioso.
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