Sólo por una vez decidió
olvidarse del tiempo, aunque el tiempo lo persiguiera. Sólo por una vez se
olvidó de contar que las cuentas están reñidas con los placeres. Sólo por una
vez se detuvo en paladear cada momento, que no fue un momento, ni un instante,
ni un tañido de campana sino una eternidad llena de prórrogas. Sólo por una vez
agradeció el calor que envolvía a cada uno de esos placeres que su lengua fue
paladeando, la suavidad que le acariciaba su rostro a uno y otro lado, el
misterio de lo que le esperaba tras el eterno festín. Sólo por una vez, una vez
eterna, agradeció el líquido posterior a la ingesta, sólo por una vez le agradó
su amargor, sólo por una vez le gustó aquella temperatura tibia que no estaba
en ningún manual ni protocolo. Sólo por una vez agradeció que ella llegara al
final antes que él y que su gemido ahogara al propio. Sólo por una vez quiso
prolongar la vejez de aquella noche. Sólo por una vez agradeció que no llevara
ropa interior roja, ni negra, ni blanca, ni de color alguno. Sólo por una vez
notó que daba la campanada. Sólo por una vez decidió olvidarse del tiempo…
Letras turgentes para la noche. Lengua de punta para las ondas.Erotismo a flor de piel. Una invitación a los sentidos. La puerta está entreabierta...
lunes, 30 de diciembre de 2013
lunes, 23 de diciembre de 2013
SIEMPRE EL TREN por Caronte
Restaban segundos, apenas un minuto, para que el tren pusiera en marcha
su alta velocidad cuando logré subir al primer vagón que encontré abierto. Mi corazón latía desbocado y la posibilidad
de perder ese tren y su posterior conexión había provocado en mí una alteración
poco usual.
Una vez instalada la maleta en su
lugar pertinente, me adentré en el vagón que sin ser el que tenía asignado iba
a ser mi refugio durante el viaje. En los primeros asientos viajaba un chico
joven absorto en su tablet y con los auriculares puestos, en el final del vagón
un señor de unos 50 años leía uno de esos periódicos salmón de economía por lo
que opté por ocupar un asiento de la zona central.
Al cabo de unos 10 minutos y
cuando el latir de mi corazón volvía a niveles razonables, se abrió la puerta
del vagón dejando a la vista la silueta de una señora elegantemente vestida
subida en unos tacones de vértigo que iba tirando de un pequeño trolley.
Caminó decidida, segura, marcando
firme cada paso y haciendo del pasillo central la mejor de las pasarelas. Una
vez llegó a mi altura observó el indicador del número del asiento y pregunté si
era el suyo. Tras comprobar su billete, levantó su mirada y clavando sus ojos
en los míos respondió que no, que no lo
era pero que si no me importaba que me sentara en el asiento contiguo. Un por supuesto que no sirvió de
contraseña para abrir las puertas del cielo.
Tomó asiento y el hasta entonces
más que entretenido libro que tenía entre mis manos se convirtió en un conjunto
de páginas en blanco, mi mente era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera
en las piernas de esa mujer que su ceñida falda negra presentaba sinuosas.
El primer contacto no se hizo
esperar, su pie izquierdo acarició mi empeine derecho en varias ocasiones como
preámbulo a que mi mano diestra comenzara a palpar sus muslos.
Mis dedos comenzaron a jugar por
el interior de sus piernas cuando ella alzó su pelvis para facilitar que su
estrecha falda pudiera ser remangada y así aumentar el margen de maniobra.
Cuando mis dedos fueron
aproximándose suaves pero decididos a su ingle, clavó su tacón en mi pie a la
vez que sus dientes se mordían sus frondosos y rojos labios.
Continuará …
miércoles, 18 de diciembre de 2013
CUMPLEAÑOS FELIZ
“Piensa un deseo” me ha dicho la
nueva novia de papá mientras yo cierro los ojos y me dispongo a soplar las
velas de la tarta. Un instante en el que me imagino tocando esos círculos
perfectos, generosos como sus caderas, sonrosados como sus labios; palpando el
centro de esos dulces y bamboleantes manjares que rebosan por su escote,
lamiendo la blancura de su piel y paladeando y hasta mordisqueando ese rojizo y
placentero manjar, principio y fin de mis más profundos deseos…
Y ha sido ella, precisamente
ella, la que ha preguntado al repartir la tarta:
- ¿A quién le gusta la guinda en
la porción de tarta?
domingo, 15 de diciembre de 2013
ALMENDRAS por Braille
Yo quería mirar el mundo con sus ojos de almendra. Pero eso era imposible. Esos ojos peligrosos como la miel, dulces como el color de las aguas que duermen en los estanques. Yo quería mirar el mundo con sus ojos, pero no sabía cómo hacerlo. Hasta que ella me cubrió los míos con una venda. Me quedé de pie en medio de aquella habitación sin muebles. Todo estaba desnudo a mi alrededor. Sentí cómo caía su ropa. Podía oler su piel. Me puso en mi mano un bote de cristal tibio. Lo abrí. Su aroma me llegó como una punzada de primavera anticipada. Derramé un poco de aquel aceite de almendras en mi mano. Y escuché su voz de terciopelo húmedo:
-Ahora vas a verme con los ojos de la almendra...
Me acerqué y empecé a verla con las yemas de mis dedos. Las piernas infinitas como uno beso que se prolonga en el gemido del éxtasis. Los muslos de carne y de mármol. Me sentí Plutón y me sentí Bernini. Estreché su cintura de nieve ardiente, me recreé en el tiempo que se queda entre los paréntesis de sus caderas. Los pechos se acomodaron a las palmas de mis manos, que entonces ya eran puro aceite. Modelé el barro fresco de tu talle, la arcilla de su cintura, la cerámica del cuello. Bajé al delta del pubis y subí al cielo de sus mejillas.
Cuando me quitó la venda, no pude abrir los ojos. No quería. La estaba viendo por dentro. Ella se arrodilló y cerró los ojos para aliviar la tensión que se acumulaba entre mis ingles. Lo demás fue oscuridad y deseo.
lunes, 9 de diciembre de 2013
DILEMA
Nunca
pensé que la broma llegaría tan lejos. Ni que fuera tan satisfactoria. Hace ya
algunas semanas empecé a enviar mensajes por correo electrónico a mi mujer
haciéndome pasar por otro. Al principio me ignoró. Luego comenzó a contestar.
Pronto pasó de la más absoluta indiferencia a un interés que se fue acentuando
conforme avanzaban mis propuestas. Mi falso yo proponía y ella cumplía con el
yo verdadero. Cuando se disfrazó de cortesana dieciochesca me di cuenta de que
había caído, nunca mejor dicho, en mi red. Poseerla sobre la descalzadora del
dormitorio sin que se quitara el corsé fue una experiencia que no olvidaré.
Menos aún su petición de que la sodomizara en la cocina mientras terminaba de
cocinar, apenas vestida con una camiseta, un escueto delantal y una ausente
ropa interior. La verdad es que la veo feliz e ilusionada. Hasta atrevida. Y yo
no sé si soy yo o mi otro yo. Si anoche se atrevió a deslizar sus manos bajo la
ropa de camilla, meter sus manos en mi entrepierna y llevarme a los cielos mientras
veíamos la telenovela junto a mi suegra, es señal de que se va a atrever a
todo. Conmigo o con el otro, que ya no sé quién soy.
Lo
tengo decidido. Tengo que ubicarme. Esta noche le propondré que hagamos un trío
con su esposo…
viernes, 6 de diciembre de 2013
NULIDAD MATRIMONIAL
Mi boda fue realmente bonita. La
preparé a conciencia. Papá contribuyó blanqueando buena parte de su capital. Un
traje de ensueño en un lugar de ensueño. Delicados encajes blancos acariciaban
mis pechos mientras el suave satén blanco apenas cubría la delicada actuación
que en mi vello púbico realizó aquel maravilloso salón de estética. Flores
blancas en la iglesia, ceremonia inmaculada y blancos pétalos acompañaron la
salida.
Sobre los níveos manteles del
convite se degustaron blancos espumosos, se mostraron las más nacaradas
sonrisas y se profirieron los más limpios brindis y promesas. Blanco de todas
las miradas fue el hermano de mi recién estrenado esposo, joven musculoso al
que unas blancas canas aumentaban su atracción entre las invitadas. Tras la
velada y tras una animada noche en blanco, yo sí que fui el blanco de todas las
miradas al ausentarme con mi estrenado cuñado en los impolutos servicios del
hotel de lujo. Allí pude notar, y hasta degustar, que bajo sus bóxers blancos se
escondía el dotado manantial del más blanco y cremoso de los fluidos. Nunca
debí dejar que la escena fuera blanco del objetivo del fotógrafo oficial de mi
boda.
lunes, 2 de diciembre de 2013
EL INTRUSO
Doce largos años de matrimonio
para acabar sintiéndome como un extraño en mi propia habitación. Al muro
invisible de sus respuestas habituales, me duele la cabeza, es tarde, no tengo
ganas, quita esa mano de ahí… se ha unido, desde hace ya tiempo, una presencia
ciertamente incómoda, al menos para mí.
La ceremonia, casi como una
liturgia, se repite noche tras noche. Ella se desnuda de espaldas a mí,
ocultando las maniobras de aproximación, tanteo y actuación que realiza en
torno a la mesilla de noche que nos regaló su santa madre que en gloria esté.
Paradojas de la vida. Me sigue mostrando su espalda desnuda, se tumba, se
introduce sigilosamente en la cama y lanza al aire un gélido “buenas noches
cariño” en el que creo intuir el carácter prescindible del último adjetivo,
quizás, todas las noches lo pienso, codirigido a mi persona. Aquí suele
comenzar, sin solución de continuidad, mi sensación de extrañeza. Soy un
extranjero en mi propia cama. Noto que vuelve, noche tras noche, ese intruso
que la hace relajarse inicialmente, que eleva su temperatura, que la estira y
la contrae, que la convulsiona y la tranquiliza y que, nadie lo diría
conociéndola, le hace susurrar palabras y expresiones malsonantes que ellas
jamás usaría. Al jadeo final sigue, no falta a su cita, un silencio que hace
estremecer mis oídos durante un tiempo casi eterno. Llego a pensar que ha
muerto. Pero vive. Respira. Se suele levantar al cuarto de baño mientras noto
la unión de la frialdad de la habitación con la fría humedad que queda en las
sábanas.
Hoy ha iniciado la liturgia como
un día más. Oscuridad. Espalda. Desnudez. Despedida. Entre las sábanas, su
cuerpo se convierte en un signo de interrogación que no entiende la situación:
hoy no hay subida de temperatura, ni convulsiones, ni contracciones, ni
palabras malsonantes. Si acaso alguna exclamación. Un silencio, cargado de
dudas, sí ha aparecido. La visita al cuarto de baño se ha repetido. En la cama
no hay rastro alguno de humedades pasadas. Vivir, vive, aunque lamenta la ausencia
del maldito intruso…
Yo celebro haberle quitado las
pilas…
domingo, 1 de diciembre de 2013
SUEÑO EN VERDE por P. Hersán
Despertó de un sueño profundo y febril. Telarañas de fuego en sus ojos de color
albahaca. Había soñado que se arrodillaba ante aquel hombre que la poseía de
noche en su cama, a oscuras, mientras su esposo dormía, sin más presencia que
la evocación de su nombre. Todo estaba delimitado por la frontera insalvable de
la fantasía. Había soñado que se arrodillaba con la boca abierta, que sus
labios probaban aquel fruto durísimo y caliente. Lo había degustado con la
lengua callada, con el aliento encendido. Hasta que se derramó en su boca la
luna que lucía sobre las sombras de aquel parque a oscuras. Un parque
inexistente, figurado, imaginado en la fiebre de aquella madrugada fría como
las embestidas blandas que servían para cumplir el débito conyugal. Al salir de
la ducha, la voz de la muchacha que se encargaba de la limpieza.
-Señora, ¿qué hago con este pantalón? No creo que metiéndolo en la lavadora se vayan estas manchas verdes...
-Señora, ¿qué hago con este pantalón? No creo que metiéndolo en la lavadora se vayan estas manchas verdes...
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