Desde que apareció por la tienda de
animales sentí algo especial, una especie de nueva primavera en mi
monótona vida. Había un magnetismo especial en sus palabras pero
sobre todo en unos gestos y una mirada en la que alguna vez pude
intuir un deseo que no llegaba a hacerse realidad. Apenas susurraba a
las mascotas de la tienda y no había animal que no se quedara
inmóvil por sus palabras, estático, hipnotizado por todo un
caballero que les hablaba de la hermandad, de la belleza, de la paz,
del amor... Sí, del amor. Sus susurros casi místicos provocaban en
mí unos deseos incontenibles de alcanzar esa plenitud que pregonaba,
llevándome a un éxtasis placentero que se trasladaba a mis
oraciones, a mis peticiones de ser alcanzada por ese instrumento de
amor y paz que mi cliente pregonaba. Perros, canarios, conejos, loros
y tortugas son testigos de lo que digo...
Confieso que al verlo
entrar hoy por la puerta he decidido dejarme llevar por mis deseos.
Quizás ha sido la petición que lanzó con su mirada. Entre tantos
animales lo he imaginado como uno más. Conmigo delante. Olvidando mi
condición humana. A cuatro patas sobre el suelo, vaya... Sus modales
de asceta han desaparecido cuando me ha bajado las bragas de un
simple tirón, sacando el animal que lleva dentro. La frialdad del
suelo en mis rodillas no ha influido en el fuego de mi entrepierna
desnuda. La agilidad con la que me ha desabrochado el sujetador me ha
desarmado definitivamente. La dureza de mis pezones y su roce con mi
blusa me ha hecho enloquecer como una bestia. Como un verdadero
animal me ha penetrado, confieso que he gritado y me he retorcido de
placer, confieso que le suplicado que siguiera, confieso que he
creído morir con las embestidas de sus caderas sobre las mías...
Apenas ha hablado o quizás es que apenas le he escuchado, pero algo
he creído entender cuando me he desmayado de gusto sobre el suelo de
la tienda. Se han fundido sus humedades con mis torrentes. Creo que
me hablaba algo de la naturaleza salvaje y de la hermandad con el sol
que se filtra por la ventana del local. Hermana tierra. Hermano Sol.
Torrente de luz... ¡Ay Francisco, vos no sois Dios, más tal librea
traéis, que Dios se parece a vos y vos, a Dios parecéis...
Ha prometido volver con
la hermana luna. Sólo alcanzo a soñar con un nuevo polvo de
estrellas...
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