Acababa de llegar a casa, solté la
maleta y directamente me metí en la ducha, necesitaba un poco de relax, un tema
de George Harrison que estaba emitiendo Radio 3 contribuía a distanciarme de de
los canales y de Marisa, de esa historia
tan cruenta y jodida que trae consigo, el marido la trae loca, bueno es más
bien la imaginación de ella, pone en el otro la forma de comportamiento que le
gustaría que tuviera, al final termina deprimida. Está contratando a un
sicario, un asunto turbio e incómodo para mí, ayudar esta amiga, joder !!!,
... pasa Alberto vuelve a George y
al placer del agua, - Úhfff. !.-
Me sequé rápidamente pensando
en una buena cerveza en el centro de la ciudad. Me acerqué a la Relojería,
instintivamente. La puerta estaba entreabierta, un abrazo con dos besos
interrumpen mis pensamientos.
- Hola Alberto cómo estás, dónde
andas?- sin darme cuenta, desvío la mirada a una lata de zanahorias ralladas y
me quedo sin saber que decir. Una voz, por detrás cambia la escena y preguntan
si arreglan relojes; un hombre de unos ochenta años de aspecto muy agradable
nos hace sonreír, - no caballero, la relojería hace tiempo que está cerrada,
esto es una Abacería - le recrimina la mujer detrás de la barra.
Le devuelvo la mirada, y me
decido por una cerveza, tomo un sorbo del botellín y la miro fijamente a los ojos, ella se da la vuelta y prepara algo
que no alcanzo a distinguir.
Pienso en Marisa y en Julia, sólo
han pasado tres días pero parecen horas, incluso minutos, confundo los peces de
la espalda con las direcciones que le he dado a Marisa en Ámsterdam, tuve que
dejarla porque ya no podía arreglar más nada, ahora la solución con su marido
la tiene ella.
- Qué tal en Ámsterdam Alberto -
- Bien!, he escuchado buena
música y resuelto un asunto con Marisa.-
- Todavía sigues con ello?, tío
de ahí tienes que salir, no te metas en más líos, vas a terminar jodido!. Apártate que el asunto es muy turbio, anda
dame un besito y quita ya esa cara ! -
Me acerco a Asun y mientras la
beso en la mejilla todo se me hace un mundo, de nuevo los besos de Julia, los
excesos de Marisa, siento mi cabeza demasiado embotada, abrazado a ella, dejo
pasar el tiempo, el sonido de la reja de la puerta al abrirse nos hace volver
la mirada.
- Qué bien os veo, tengo un
hambre, dame un vino! - la voz desde la calle de Alegría me enturbia y la recibo con un efusivo abrazo, es una
buena fotógrafa, un tanto particular con las azoteas, allá cada cual.
El bar, tremendamente, vacío nos
hace hablar de intimidades, desde montar una tiendecita de Flores en la Plaza
del Pan hasta una noche de sexo,... como es lógico también, un repaso a alguno
que otro; yo agradezco que la profunda voz retumbante de un parroquiano
habitual, no se encuentre en estos momentos sobre mis espaldas.
Al cabo de unos minutos Asun,
cada uno que pasa más bella, decide cerrar y propone un café en otro lugar
donde haya un poco de sol, aceptamos ambos y nos acercamos a un lugar cercano
el Hotel-Cafetería Pompeia. Una mesa llena de sol nos dió la bienvenida, el
resto entre risas se hizo más entretenido, en algún momento me levanto con una excusa, cruzo el hall del
hotel y un baño extremadamente limpio, al cual no estoy acostumbrado en esta
ciudad, me da
la bienvenida; al terminar y abrir la puerta
observo en una pequeña pizarra" limpieza efectuada por SUSY a las 16.30
h.", me llama la tanto la atención
que
se lo comento a ellas.
- Chicas Susy ha limpiado el baño
a las 16y30, que buena es, da gusto
entrar ! - comento retirando el asiento y
volviendo a él.
- ¿ Que dices?- pregunta Alegría
.
- Está claro que la limpiadora ha dejado el
WC. perfecto - comenta Asun; con una sonrisa los tres brindamos con la copa que
teníamos.
La tarde cae con un aire fresco,
ello me hace ir de nuevo al baño al cabo de varios minutos. Abro la puerta del
servicio e instintivamente giro la cabeza para ver otra vez su nombre, el asombro
me hizo cambiar el pensamiento de mear, un pequeño sujetador con un pequeño
filo de rosas me deja boquiabierto, lo cojo con
una mano y lo levanto delante de mí, el espacio era tan pequeño que todo
el allure de Susy estaba concentrado en mi boca.
En ese mismo instante se abre la
puerta y una mujer o niña con una mirada dulceagresiva me inquiere - qué haces
con mi sujetador en tus manos-, yo
lívido sólo acerté a responder - estaba colgado detrás de la puerta,
yo que sé -, - Anda dame - me
contestó con suavidad, dándose cuenta lo incómodo que me encontraba, - me
estaba cambiando porque ya he terminado y el baño de mujeres lleva dos horas
ocupado - alargando la mano me quita del sujetador de las mías con un sonrisa -
Gracias.-, con ello cierra la puerta, su sonido me recuerda a la erupción del
24 de agosto del año 79 dc., me vuelvo totalmente aturdido y decido pedir un
café en el bar del hall y no salir hasta no encontrarme algo más relajado.
Apoyado sobre la barra del bar
sigo pensando en ella, en el sujetador y en esa situación tan ridícula de la
que no supe escapar; la mirada en el borde de la taza, una voz acompañada de un
perfume reciente y turbador interrumpe el sorbo.
- Ramón pon un chupito de güisqui que ya he
terminado por hoy - vuelvo la mirada y agradablemente sorprendido le regalo una
sonrisa, - Hola - devolviéndomela y atrevidamente apoyando su mano en mi hombro
-Oye, perdona la culpa fue mía, lo siento -, se retira un par de asientos y bebe
de la copa delicadamente.
- Señor, me pone otro igual a mí
- dirigiéndome al camarero y mirándola hago el ademán de acercarme a ella, -
Siéntate aquí, yo no quería estorbar, me llamo Susy -, - Yo Alberto - omitiendo
que ya sabía su nombre y acercándome a ella su olor me envuelve.
- Me ha encantado conocernos en
esta circunstancia, no me imaginaba
esta situación,... qué bebes? -
- Yo un Dyc, siempre ocho años,
es magnífico para mi cuore -. Mi mirada
se dirigía hacia sus clavículas profundas y hacia sus ojos amarillos donde me relajaba. Pensé en todos los sentidos de una crónica
de muerte anunciada. Ella daba un trago pequeño y los labios se pronunciaban.
Tuve un pensamiento que ejecuté y fue el futuro de la tragedia.
- Tu olor, me mata -..
- Cómo dices? -
- Sí, tenía tu sujetador en mis
manos, y estaba embriagado, ahora mirándote los labios todo me parece irreal,
aunque estés delante de mí, todo es más
raro, no me hagas caso! -. Me quería correr en todo su cuerpo.
- No te entiendo, da igual -
Ella me miraba con la misma
sonrisa, que interrumpo para salir de la situación.
- A que te dedicas? -
- Joder!, soy limpiadora de Wc,
fácil,...
y tengo que pagar mi estudio y
los estudios de arquitectura, quieres una copa más en desagravio? -
Aún atónito asentí. - Pero invito yo -
- Lo siento pero no -. Me pone la
mano en la mía, y ajustándose la tiranta del sujetador, vuelve a chocar la copa conmigo.
Sin soltarla de mano, me atrevo a
aceptar la copa.
Sólo algunos minutos o horas
después me di cuenta de la posibilidad de amar,
ya no me acordaba de Holanda, de
la espalda de la otra, pensé en Asun y en Alegría que estaban en la calle
sentadas en un mesa. Salí rápidamente,
sólo
encontré los restos de los vasos,
despedida a la francesa, que agradezco.
- Perdona, Susy iba a ver una
mesa, una copa que tenía en la calle, voy pagar,
quieres algo más,... mejor vamos
a otro lado? -
- Bien tú sabrás donde me
llevas?-
- Qué le debo - . El camarero
fuera de juego, - está todo pagado! -
A veinte metros del hotel,
estábamos besándonos apasionadamente contra un platanero, mis manos ya tenían
las tetas que tanto ansiaban, ese leve sujetador
me excitaba todavía más, su
saliva estaba en mi boca y yo le pasaba la mía,
bajé una mano hacia sus bragas y
acariciaba su coño húmedo, eran las nueve de la noche y no había demasiada
oscuridad, aún así la vergüenza la había perdido como en tantas ocasiones.
Varias horas después desperté, no
se muy bien donde, la cama no era la mía y no estaba con mi ventana y la torre
Pelli al fondo con sus balizas intermitentes, al cambio, muy cerca de mis pies había
un sujetador con un pequeño filo de rosas.
Su pelo estaba sobre mi cara, eso
sería lo que me despertó, me abrazaba la espalda y giré suavemente para no
despertarla.
- Amor, cariño,¿ estás bien ? - Suavemente
me repasaba la espalda.
Hacía tiempo que no me trataban
con tanta delicadeza, ahora recuerdo que al entrar en este lugar me digo A partir de ahora soy tuya, puedes hacer
conmigo lo que te dé la gana, sólo recuerdos sus besos.
- Estoy en el cielo y tu cariño?,anda
duerme- mientras le beso uno de sus pezones.
- Alberto estoy pensando que soy
muy jovencita para ti -
- Amor, tú que edad tienes? -
- veintiocho -
- Perfecto, veintiocho tú y
veintiocho yo, la edad perfecta, cincuentayseis
que yo tengo. - Era una suma
aristotélica y un poco de cabeza.
Me abraza fuertemente y me clava
las uñas en la espalda mientras noto que su lengua invade mi garganta, su sudor
se acrecienta y lo recibo en mi pecho. Le
muerdo los labios mientras gime y
seco todo ese río con mi boca.
Sus tetas pequeñas, pero
perfectas me dan todo el placer que necesito,
me pregunta si me gusta su
cuerpo, mientras se corre en mi boca y luego la beso.
Eran las dos de la tarde del día
siguiente, ella suspiraba en mis brazos, ya no puedo más me decía,... la tarde
nos invitaba a un zumo y una copa de cava que
no recuerdo de donde salieron ,era
la primera noche.
Pasaron tres semanas. Estaba en el bar con Asun , había comido en
casa, y disfrutaba de un gintónic japonés, la Larios la ha comprado Sunsury,
una empresa japonesa, no me lo podía creer pero ella con la misma sonrisa estaba
allí, omnipresente como siempre. - Hola Alberto te echaba
de menos -. La abracé, y con un
beso largo hasta la interrupción de sus dedos en mi boca , la volví a ver por
segunda vez, las manos se me fueron hacia su pecho, reconocía su saliva.
Transcurrieron los días, los meses, no sé donde quedábamos para
amarnos, yo contaba los días, no perdón !, las noches: conté veintidos noches,
quizás demasiadas.
Estaba en casa eran las cincoyveinte
de la tarde, el sol acuciaba a la torre Pelli, el agua de la fuente de mi terraza, y la música de Jimmie
Vaugan me trasportaban a otros efectos.
Hice números veintidos, más una
del primer día en que conocí ese bendito sujetador en los baños de Pompeia son
mil noches, una suma un tanto extraña
pero apetecible.
Necesitaba una cerveza fuera de
casa.
Cogí el ascensor, un taxi y crucé
dos calles, las precisas, trescincuenta, tarifa mínima, el Hotel Pompeia estaba
delante, yo quería agasajarla con las Milyunanoches, entré por segunda vez en
ese lugar, me dirigí a la cafetería.
- Buenas tardes me pone un Dyc
ocho años !
- Ahora mismo. Qué tal amigo? -
Hice caso omiso.
Después de dos tragos, me
entraron ganas de mear.
- Perdón no me retire la copa,
voy al baño. -
Cruzo el hall, cojo el pasillo, y
llego al él.
Con la mano en el pomo de la
puerta que se abre, veo a Susy con un sujetador en la mano y un tío con
chaquetaycorbata que sale detrás de ella.
Una mirada entre los dos y una
sonrisa fue suficiente para ambos, mientras yo abría la puerta del baño ella
desaparecía, para siempre, acompañada de la luz de la calle que entraba a
rudales por los ventanales del hall.
Comprendí que perdiendo en la
vida, he ganado.
En mi cabeza chispeaban las notas
de My Sweet Lord, apuré el güisqui y nunca más regresé a Pompeia.
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