Tenía mi mano sobre su coño, no exactamente, para ser
preciso sobre un débil y suave camisón, eran las cincoyveinte de la mañana,
notaba los pocos vellos muy cortos que cubrían su pubis en la palma, un leve
calor recorría mi cuerpo. Sé que la quiero mucho pero no es mi pareja, somos
amigos especiales con derecho a todo... ¡Una morena así no se puede
perder! Estos momentos son de los grandes placeres de la vida, es el paraíso
terrenal, soy consciente de ello y eso refuerza mi felicidad momentánea. De
todas formas somos muy diferentes.
Hace años que la conozco, nunca me había fijado en ella, un
gintonic hizo el resto, para que luego digan que el alcohol es malo!, la
gente quiere opinar de todo, son unos incultos la gran mayoría , además de
"demócratas"…¡Este
país!... Bueno Alberto, vuelve
donde estabas, al coño que estás dejando para ser tan infeliz como ellos.
Julia me recriminaría por pensar así pero ahora está dormida y controlo yo el
espacio de las sábanas.
La cena estuvo estupenda, un hilo de sudor le cae a lo largo
de la espalda, lo arrastro con un dedo hasta un hueco que tiene en ella así
logro llenar su piscina, pienso si yo he sido el único en descubrirla como tal,
últimamente quiero arrojar peces al interior de su espalda, seguro que eso no
lo ha hecho nadie...
Me gusta el sudor de sus axilas, me recuerdan textos de
Margarite Duras, en ellos descubro la frescura, la intimidad, es donde
posiblemente más la encuentre, donde más seamos.
Estiro la sábana, me preocupo si en la nevera habrá zumo para la mañana.
Estiro la sábana, me preocupo si en la nevera habrá zumo para la mañana.
Me doy la vuelta en la cama y pongo mi culo contra el suyo.
Pienso en su piel, su coño y me arrojo a él, Julia seguía dormida pero me abrió
las piernas, cogió mi mano e introdujo un dedo dentro de él, se movía como una
puta, estaba excitadísimo y empecé a refregarle la lengua por su vulva.
-¿Te gustan mis pezones? - me preguntaba mientras la acariciaba, ella sacaba la lengua y me miraba muy excitada. Le confesé parte de mi amor, dentro de unas horas volaba a Amsterdam y se me estaban quitando las ganas de viajar. Retiró bruscamente toda la ropa de la cama y me empujó por la nuca contra su pubis mientras me acariciaba, un líquido dulce y caliente entraba en mi boca, se agarraba las tetas y gemíamos de placer.
-¿Te gustan mis pezones? - me preguntaba mientras la acariciaba, ella sacaba la lengua y me miraba muy excitada. Le confesé parte de mi amor, dentro de unas horas volaba a Amsterdam y se me estaban quitando las ganas de viajar. Retiró bruscamente toda la ropa de la cama y me empujó por la nuca contra su pubis mientras me acariciaba, un líquido dulce y caliente entraba en mi boca, se agarraba las tetas y gemíamos de placer.
- Tiene usted el asiento de la ventanilla-, me indicaba una
morena que nada se parecía a ella. Saltando el asiento de al lado, gracias a
Dios vacío, ocupo un lugar demasiado frío. Me acaricio la cara y un suave olor
a sexo hace que me lleve a chuparme el pulgar. Me veo reflejado en la
ventanilla y dos horas y cuarto después aterrizo a dos mil kilómetros del
rebujo de sábanas.
Me estaba esperando en la puerta del bar,
el Café Jazz Alto.
- Hola Marisa cariño, ¿cómo estàs?
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