Siempre le gustó vestir de negro.
Y a mí. Siempre le gustó jugar. Y a mí. Siempre le gustó llegar más allá. Y a mí.
Siempre le gustó bordear los límites de casi todo. Y a mí. Siempre le apasionó
el sexo. A mí no digamos…
Hoy me ha convencido para mezclar
juego y sexo sin límites con simplicidad y complicidad. Verme desnuda y atada
ha hecho crecer mi líbido y mi sensación de vivir al borde del precipicio. Todo
parecía sencillo: él dictaba las órdenes y yo las obedecía. Si amarillo,
amarillo; si azul, azul; si verde, verde… Ha prometido que no traspasaríamos
determinadas líneas rojas...Siempre le gustó mentir. En un momento determinado
he llegado a determinadas posturas que requieren la intervención de otro
jugador. Con las rodillas en tierra y los brazos sobre dos lunares de colores
siento una ambigua necesidad de pedir ayuda o de aguantar las cuerdas que
atenazan mi piel desnuda. Con una breve resolución él se ha decidido a
participar. Su miembro desnudo ya se acerca hacia mi flanco más desprotegido. Me
ha hablado de la dulzura del momento y de la necesidad imperiosa del acto. Creo
que está interviniendo de hecho. Juego y dolor. Una melodía vuelve a dividir
mis pensamientos. Desátame o apriétame más fuerte…
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