Ahora me toca encima. No soportaba oír la maldita frase. Aunque transigía. Kilos de caderas y de ritmo sobre la fragilidad de mi cuerpo. Arriba y abajo, tantálico suplicio. Tus tetazas me abofeteaban en el bamboleo y tu culo estrangulaba hasta la última aspiración de mi testiculina. Kilos y más kilos. Los que te sobraban delante del espejo, cuando te empeñabas en colocarte un minúsculo tanga, y, todavía peor, cuando te atrevías a quitártelo. Toma mi cuerpo, susurrabas en mi oído. Y me daba la sensación de tomar todo tu cuerpo, el de la vecina y el de toda tu familia. Por delante y por detrás. Otra imagen imborrable… Clávamela, me suplicaba gritando. Y yo me lanzaba con pasión a ese culo ofrecido, a esa inmensidad de carne omnipresente. David frente a Goliat. Un dardo lanzado a la inmensidad, el de un océano de kilos que gritaban su voracidad. Pero culminaba, vaya si culminaba, que las grandes carnes no son nada sin una buena salsa… Aunque pronto volvía a mis ideales. Cariño, te sobran kilos. Ni caso… Como en un casting porno, te desnudabas sin pudor y masajeabas hasta el último de tus pliegues, los superficiales y los profundos: siempre pensé que todos tus labios eran mayores… Y en un casting, encima, te llegó el triunfo. De grandes mujeres, decía el anuncio. Gustó tu talla 120 y la falta de complejos de un trasero que se presentaba a todo el mundo. Puedo imaginar la secuencia: tus kilos cabalgando sobre el entrevistador cual señora de antaño en el tiovivo. Arriba y abajo. Y de ahí al corto, del corto al largo, y del largo a la portada. Tras una, otra. Y otra. Tú siempre arriba, que abajo ya me quedaba yo… Hasta te pusiste de moda. Kilos y más kilos. En tu cuenta corriente. Tú arriba y yo abajo…
Siempre ocurrió, pero ahora es más verdad que nunca: me caes gorda.
3 comentarios:
Genial. En la variedad está el gusto.
Ya se sabe, si no querías caldo... Gracias.
Que pena que no cites los autores de las fotografías...
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