Hoy tocan emociones
fuertes Sebastián...
Y yo, amante en la sombra
de la pasión menos recomendable, la creí sin poner el más mínimo
límite ni impedimento. Ni antes, ni durante, ni después...
Véndate los ojos.
Quédate quieto. Dame tus manos...
Tres
imperativos a los que ha seguido el duro presente de una cuerda que
me ha inmovilizado, de una ceguera forzosa que se ha impuesto y de un
dolor que se se ha mezclado con la incertidumbre de un camino sin luz
en la noche...
Ahora viene el dolor,
el martirio, la pasión...
No
sabría decir cuántas veces ni cual ha sido la más dolorosa. Un
dardo, dos, tres, cuatro... En el pecho, en los brazos, en las
piernas, en los muslos, en la pelvis, en mi espalda. Dolor de saetas
lanzadas contra mi cuerpo en una cruel acupuntura de pasión. He
gritado, callado, susurrado, implorado y, lo reconozco, he gemido.
Dolor en cada uno de los rincones de mi cuerpo.
Cada llaga será un
punto para el placer eterno...
Dicho
y hecho. Primero me ha besado, al mismo tiempo que quitaba la venda
de mis ojos. Besos en mis labios, en la llaga del hombro, en la de la
cintura, en la llaga de la espalda, en la dolorosa llaga del muslo,
en las llagas de los brazos, en la llaga del muslo... Ha llegado a la
entrepierna y ha añadido la lengua a sus besos. Con levedad inicial,
con relajado rastreo posterior, suelta y desinhibida, y hasta con
glotonería final. Olvidó los besos y ya sólo piensa en chupar con
una voracidad increíble. No parece tener fin. Ni límite. Ni freno.
La dureza de mi entrepierna tampoco. La eternidad de la tortura se me
hace un rumor pasado frente a la placentera realidad presente.
Confieso que he tardado, pero que no he tenido más remedio que
llegar al final. Realidad fundida con deseo en una pasión que fluye
desde lo más profundo de mi pasado dolor...
¿Sabes una cosa
Irene? Sé que hay muchos malpensados que te llaman puta, pero yo hoy
te acabo de colocar en el más elevado de los altares...
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