-¿Te he dicho alguna vez que me toco pensando en ti?
-Sí, Nadine, eso ya ha salido en la conversación.
-Oh, ¿quieres que te haga eso ahora?
-Sinceramente, preferiría que no, Nadine.
-Uf, me encanta ese trabuco que guardas en los pantalones…
Solo puedo pensar en que me azotes con él suavemente la cara.
-Nadine, concéntrese. Esto se nos está yendo de las manos.
-Oh, dios mío, Frank, métemela.
-¡Señora! ¿Ve usted el callejón?
-¡Oh, sí! ¡Lo veo! ¿Quieres hacerlo allí Frank?
-De acuerdo, ahora dígame qué ve al otro lado del callejón.
-¡Veo tu polla, Frank, tu polla!
-¡Eh Frank!- Bramó entre risas el interfono.
El negro de dos metros se echó hacia atrás con la silla
precipitadamente. Se levantó y recorrió toda la sala de interrogatorios hasta
el cristal. Presionó el botón del aparato y bramó - ¡Qué!
-Dile que la saque, ¿quieres?
Frank hizo un gesto al hipnotizador que observaba desde un
rincón de la sala con las manos entrelazadas y éste se acercó a Nadine. La tomó
de la frente y empezó a susurrarle al oído mientras ella permanecía allí
sentada, agitándose de éxtasis.
Con una mirada hacia el espejo Frank apagó las risas que se
oían al otro lado.
-Tres, dos, uno… ¡despierta!- con un chasquido de los dedos de
aquel negro la rubia de bote abrió los ojos sobresaltada.
Nadine amaneció de entre las sombras agitada, con la
respiración muy fuerte. El pecho se le movía hacia arriba y hacia abajo.
Poco a poco se fue tranquilizando y al hallarse en aquella
habitación de paredes vacías se asustó un poco. Palpó sus ropas y
las notó un poco deshechas, de forma que bajó la cabeza y se sonrojó.
-¿Ha vuelto a pasar?- musitó Nadine.
-Sí, me temo que sí.
Nadine bajó su mano hasta su coño. Tras palpar un buen rato,
ante la atónita mirada de todos los policías (delante y detrás del espejo) se
chupó el dedo corazón.
-Al menos esta vez he llegado al orgasmo.
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