Estoy en el British Museum, pero
no estoy aquí. Estoy en la sala de los bajorrelieves asirios pero mi mente y mi
cuerpo se encuentran en una alcoba escondida a miles de kilómetros de
distancia. La leona herida que estoy viendo huele a hembra. Sus caderas son de
piedra esculpida. Soy yo quien la hiere con la flecha que guardo entre mis
muslos. La tengo paralizada. Sus muslos no pueden moverse. Sus manos, garras
crispadas, arrugan la sábana. Su melena, más propia de león macho que de
hembra, es rubia como el sol del mediodía que luce tras la ventana. Ruge cada
vez que la acometo con una embestida. Se duele de placer por dentro. La estoy
escuchando aunque el vigilante no lo perciba. Entonces me doy cuenta de que el
herido soy yo. Me está matando con su belleza, y no puedo hacer nada por
impedirlo. Ni quiero.
6 comentarios:
Excelente. Este relato es buenísimo, despierta todos los sentidos dentro de una sensualidad bestial.
¿Cómo puedes llegar así a las mujeres?. Con ese final, delicado y entregado.
FELICIDADES
Conste que es de R.R. ...
Es cautivador Rascaviejas, no sé si llega a otras mujeres como ha llegado a mi.
El título y la forma de describir la escena, es tan delicada como brutal.
Me encantaría saber quién es R.R.
Gracias y un beso.
Con un león así, no hay quien se resista!!, Ufff.. Artístico y sensual relato, hasta en su abreviado nombre se adivina el rugido. R.R. al leerte provocas el mío, escucha,ahora soy yo la que ruge,¡¡¡GRRRR...!!!
rugidor a la par que sensual, final muy cuidado.
Quizás este relato en la voz de Leonard Cohen, sea, otra maravilla más. Pero vamos a quedarnos aquí, en casa, donde igual valor tienen muchas palabras.
R.R., gracias.
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