como si no me guiara el mástil del deseo
ni espiara en tus ojos un paisaje de brújula. Lamer
la tersa hermosura en la sangre resuelta,
desatada por largas temporadas de recreo
en los malecones que cercan el oasis. Rolar sin trasgresión,
sin ceder al embargo, sin arriar las velas;
despoblando los parajes encantados de tu sexo.
Me propongo sin arpones fletar destacamentos
hacia el centro de todo, el resguardo infinito;
que portando banderas incendiadas se consuman
rodeados por playas y heraldos sin recinto.
Como si no existiera más que lluvia, piedras,
eléctricas gaviotas, quebrarse y beber, hacerse hueco
atravesado por frías tempestades; los lobos avanzando
desde el instante mismo al precipicio.
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