El trozo de filete se quedó helado a un milímetro de mis labios cuando vi en el telediario su rostro deseado. Le sonreí como si pudiera verme, como lo hago cuando me dice que soy su locura.
Me considero una mujer ‘normalita’ aunque tengo un considerable número de pretendientes, admiradores o como se les llame, que suelen decir que ‘doy mucho morbo’. Pero ante este hombre me siento poca cosa, la verdad. Me impresiona que quiera estar conmigo alguien tan inteligente, tan atractivo. Es un político brillante y de reconocido prestigio, sin embargo, en la intimidad de la habitación del hotel se transforma en un amante ardiente y golfo. El mejor y el más apasionado de los que han pasado por mi vida, sin duda alguna.
Lo veo en la tele hablando con gobernantes y dirigentes por todo el mundo, lo veo entre mis piernas llevándome con su boca por otros mundos. Sí, señores, o mejor, señoras: ¡qué bien me come! Como algunas sabéis, los hombres presumen de lo mucho que les gusta el sexo y sus preámbulos, pero a la hora de la verdad, comer-comer…. pocos lo hacen bien, por puro trámite o como si desearan acabar pronto. Éste no. Se sumerge en la marisma de mi cuerpo, saboreando y acariciando con su lengua serpentina todo lo que encuentra, manteniendo el ritmo adecuado, midiendo bien los tiempos. Cuando termina me dice:
- ¿Te ha gustado? … Pues ahora otra vez.- Humm… un hombre así debería gobernar el país o el planeta entero por dios.
Dicen que el tamaño importa, en su caso asusta. La primera vez temía morir ahogada o abierta en canal cual animal en el matadero… pero es increíble mi capacidad de adaptarme al medio. Comencé besando la cima, acariciando con mis labios aquel prodigio del que la naturaleza lo había dotado, palpándolo para hacerme con la medida, cogí seguridad y... del tirón. Lo demás fue más fácil y es que el cuerpo de una mujer bien estimulada responde con soltura a todo lo que le echen.
La comida se ha enfriado del todo; yo no. En el ‘parte’ ya van por el tiempo. Una hermosa mujer anuncia que habrá alerta naranja por una borrasca. ¿Sabrá ella lo que es llover de verdad?
Me considero una mujer ‘normalita’ aunque tengo un considerable número de pretendientes, admiradores o como se les llame, que suelen decir que ‘doy mucho morbo’. Pero ante este hombre me siento poca cosa, la verdad. Me impresiona que quiera estar conmigo alguien tan inteligente, tan atractivo. Es un político brillante y de reconocido prestigio, sin embargo, en la intimidad de la habitación del hotel se transforma en un amante ardiente y golfo. El mejor y el más apasionado de los que han pasado por mi vida, sin duda alguna.
Lo veo en la tele hablando con gobernantes y dirigentes por todo el mundo, lo veo entre mis piernas llevándome con su boca por otros mundos. Sí, señores, o mejor, señoras: ¡qué bien me come! Como algunas sabéis, los hombres presumen de lo mucho que les gusta el sexo y sus preámbulos, pero a la hora de la verdad, comer-comer…. pocos lo hacen bien, por puro trámite o como si desearan acabar pronto. Éste no. Se sumerge en la marisma de mi cuerpo, saboreando y acariciando con su lengua serpentina todo lo que encuentra, manteniendo el ritmo adecuado, midiendo bien los tiempos. Cuando termina me dice:
- ¿Te ha gustado? … Pues ahora otra vez.- Humm… un hombre así debería gobernar el país o el planeta entero por dios.
Dicen que el tamaño importa, en su caso asusta. La primera vez temía morir ahogada o abierta en canal cual animal en el matadero… pero es increíble mi capacidad de adaptarme al medio. Comencé besando la cima, acariciando con mis labios aquel prodigio del que la naturaleza lo había dotado, palpándolo para hacerme con la medida, cogí seguridad y... del tirón. Lo demás fue más fácil y es que el cuerpo de una mujer bien estimulada responde con soltura a todo lo que le echen.
La comida se ha enfriado del todo; yo no. En el ‘parte’ ya van por el tiempo. Una hermosa mujer anuncia que habrá alerta naranja por una borrasca. ¿Sabrá ella lo que es llover de verdad?
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