Hace ya tiempo. Quizás horas, quizás minutos, quizás segundos. Casi no te has dado cuenta. La noche te ha envuelto con su silencio oscuro. Los susurros se han convertido en el hilo musical de tu rincón en el mundo. La luz se ha escondido para dar paso a las sensaciones: las sentidas, las intuidas y las deseadas. Deseo en la noche. ¿Porqué no empezar? Ha llegado el momento, bien que lo sabes. Momento de desnudar uno a uno cada poro de tu piel. Momento de abrir al mundo cada rincón del placer, cada rincón de deseo: los confesables y los inconfesables… ¿Y por qué no? Sabes que me gustas así, desnuda frente al mundo y frente a mí, murmurando esas palabras que encienden todo el catálogo de mis deseos, todo el repertorio de mis fantasías. Ha llegado el momento de que tus labios trasmitan el goce más profundo, de que tu lengua humedezca cada rincón de mis sueños, de que tus palabras me lleven volando a la cumbre que sólo tú y yo conocemos. Despójate de todo. Perfúmate de silencios. Quédate vestida de deseo. Moja tus labios de eternidad placentera. Prepara tus palabras para gemirlas al viento. Olvídate de todo. El mundo nos pertenece. Tú y yo. Desnudos frente a frente ¿Y por qué no? Sobre la mesa o sobre el silencio. En el estudio o en el firmamento. Sabes que gritaríamos de placer pero, sólo por hoy, lo dejaremos en la levedad de un susurro. Susurro de placer. Confiésamelo al oído. Sabes que ha llegado el instante. Sabes que nace la orgía de los sentidos. Palabras al viento. Bien que lo sabes. Cuento los segundos. Tres, dos, uno… Rojo botón al aire. Llegó, por qué no, el momento…
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