Siempre sucede lo mismo cuando llega su
compañera de oficina. A buena cara, mal humor. Llega con el rostro
distendido, sin ojeras, con un maquillaje que no necesita porque su
cutis no lleva los restos del sueño. El cuerpo relajado y los muslos
recortados por el short. Cruzados y poderosos como templarios. Y las
malas pulgas en cada respuesta. Sin embargo, cuando las ojeras
denotan la falta de sueño, cuando todo indica que no ha dormido
nada, el buen humor se le sube a las nubes de la cordialidad y del
buen trato. Su compañero no se lo explica. Su compañero de despacho
todavía no se ha enterado. Quien mucho duerme, poco aprieta. Su
compañero no se entera de nada...
No hay comentarios:
Publicar un comentario