-¡Pelirroja mala suerte…!
Ha
sonreído delante del espejo recordando la cantinela que la acompañaba desde la más
tierna infancia. En la calle, en el cole, con las amigas… Una acumulación de
tópicos que no cesaron con la llegada de la adolescencia, aquellos días
intensos en los que no desaparecieron las pecas de sus mejillas, en los que
aumentó el volumen de sus pechos y en los que el rojo de sus trenzas se
expandió a aquellos pezones incipientes y a otros lugares más inconfesables.
-¡Pelirroja mala suerte...! Cuando sus
compañeros de clase le tomaron gusto a la cantinela, también lo hicieron, otro
tópico más, con la costumbre de pellizcarla para evitar la supuesta mala
suerte. Y pellizcaban, vaya si pellizcaban, ellos sabían donde y ella sabía
donde, aunque nadie quisiera explicar el porqué, ni falta que hacía…
-
¡Pelirroja, mala suerte…! Le susurró aquel pícaro profesor particular
después de enseñarle que en la mitología griega las mujeres pelirrojas eran
consideradas brujas, perversas, provocativas y amigas de lo oscuro; todo, un
momento antes de contarle otro secreto desconocido hasta entonces:
-
Si te cruzas con una pelirroja, tendrás
mala suerte durante tantos días como botones tenga tu camisa…
No
sabía el pícaro educador que aquel rojo del pelo se asociaba al riesgo de una
mujer que le arrancó todos y cada uno de sus botones, a la obstinación de unos
pezones encaprichados en una dureza perturbadora, al peligro de una joven cuyas
manos descendían como una melodía dotada de ritmo por su entrepierna, y a la
sorpresa de toda una dama que prolongaba el rojo de sus cabellos hasta el
vértice prohibido bajo una volátil
falda.
-
¡Pelirroja mala suerte...! Delante
del espejo ha recordado todas aquellas secuencias en un instante. Quizás haya
sido una eternidad. El cristal le ha recordado el peligro que se encierra en
cada rincón de su desnuda piel. Las trenzas son el presente de un pasado
cercano en el deseo. El tiempo se ha detenido en la eternidad de sus curvas de
mujer. Eso pregona el espejo. En la soledad de la habitación, sus manos siguen
acariciando la más sensual de las melodías…
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