Cuando la conocí tuve mis dudas
sobre si era mocita, si venía del famoso barrio y hasta sobre su rubia melena,
aunque hubo lenguas, malintencionadas, que me advirtieron de un cuerpo
hechicero que hacía a los hombres pecar. No hice caso alguno. Todo sonaba a
palabrería de copla que se lleva el viento.
- Mira que tras esa apariencia angelical y ese casto nombre se esconde
todo un demonio…
Qué sabría nadie… Aunque pronto
abandoné la línea del desconocimiento para situarme en el lado oscuro de su cuerpo.
Y de su alma. Me explico. Como toda mujer que se precie, Maricruz tenía una
especial fantasía que la excitaba. Suena feo, pero me contaron que se llamaba coprolalia: excitación con las palabras.
En los pacientes comunes, con palabras malsonantes. Ella nunca fue común y el
suyo debía ser un caso raro, pues el morbo de las palabras se reducía
exclusivamente a cuatro letras, las cuatro últimas letras de su casto nombre.
Si escuchaba esa dichosa palabra, las consecuencias eran absolutamente
imprevisibles…
La primera misa a la que
asistimos me dio la clave. “Por la señal
de la Santa Cruz…”
Resorte activado. Fuera de sí. No
tuvo reparos en que sus manos bucearan entre su escote, acariciaran la
turgencia de sus pezones y acabaran buscando el calor insaciable de su
entrepierna. Allí mismo. Uno, dos y hasta tres dedos. Antes de la homilía podía
haber alcanzado dos o tres veces las eternidades prometidas, y cuando el
celebrante dio la bendición final, pudimos marchar en paz, ella más que nadie,
dándome la impresión de que daba las gracias por no humedecer más el ya no tan
frío banco del templo.
Allí comenzó mi calvario… o mi
Edén.
Desde entonces no hemos faltado a
celebración dominical alguna, a funciones, a cruces de mayo o hasta a rosarios
vespertinos donde se repitiera la austera y excitante letanía. Rincones, estancias y hasta calles y plazas
donde se repetía un éxtasis que casi nos hizo pensar en la creación de una
hermandad cuya advocación no me atrevo a nombrar…
- Un demonio, un demonio…
Hoy más que nunca he recordado
aquella palabras de advertencia. Pidió en la carta a los Reyes Magos una sesión
fotográfica especializada. Sus majestades cumplieron y aquí nos encontramos, en
un coqueto estudio, entre focos, decorados efímeros y blancas pantallas. El
fotógrafo ha pedido que sea natural, que se deje llevar y que disfrute de la
sesión. Cuando le ha propuesto acompañar la pose con música ha cometido el
mayor de los errores posibles. A pesar de su apariencia de moderno, ha optado
por acompañar el posado con una vieja melodía que hablaba de quereres y de
amores a cuestas, con un estribillo insistente y definitivo:
- Eres mi cruz, eres mi cruz, eres mi cruz…
La reacción no se ha hecho
esperar. El resorte se ha activado con más fuerza que nunca. El fotógrafo suda
como en una selva. Yo he elegido la sintonía del resto de mi vida…
1 comentario:
¿Copro qué?
http://youtu.be/LtP8xQURtyE
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