Tengo una máscara, nunca la tuve y ahora, la llevo puesta unas cuantas horas al día. No sé si me hace bien, pero me gusta llevarla puesta, ya, me acostumbré.
Me la compré en la esquina opuesta al lugar dónde me crié, en un tenderete semi-techado y semiderruido que encontré mientras caminaba en busca de tulipanes que sembrar. Azules, los buscaba azules o, a lo sumo, magenta; pero encontré un tenderete de disfraces y me gustó tanto, que sucumbí y me compré un antifaz violeta, con pedrería y plumas llamativas y me gasté el dinero de las plantas.
Cuando me lo pongo todo deja de ser, ya no es común ninguna cosa ni ningún ser y salgo de lo real; de este mundo fantástico que me creé ese domingo astuto (el destino, casi siempre, es astuto).
Me gusta disfrutar de los matices que tienen las calles cuando lo llevo colocado encima de los ojos, nada es lo que parece, me gusta repetírmelo… nada, absolutamente nada, es lo que creen los demás. Disfrutar de ello me enloquece y me da para escribir, me acostumbré a esto y me encerré aquí, hasta que dure…
Hay días que cuando me calzo estas plumas efímeras, me encuentro con ella. Es una mujer bella, una desconocida para mí (¡cuánto me gustaría que no lo fuese!), no es muy alta y posee un cuerpo nada convencional (es su cuerpo), los ojos jamás sabría de qué color son porque me da igual esta insignificancia, nunca me fijé (ni creo que lo haga); sólo me deja boquiabierta esa capacidad de caminar mientras sostiene un antifaz tres veces más voluminoso que el mío, me abruma y hace que me convierta en su más acérrima fan, en la humana que más la admira, en la persona capaz de todo por descubrir sus secretos.
Suele tomar café en un bar cercano a mi casa. Sé que le gusta cortado y con algo de azúcar, en taza pequeña (si le ponen taza de desayuno, le amargan el día). Yo la espío siempre que puedo, como ya dije, es mi afán en estos días y, como llevo camuflaje, no importaría que me descubriese, jamás me reconocería.
Me gusta mirarla, con la majestuosidad con la que tintinea la cuchara en la porcelana, mientras desenfoca la vista detrás de su careta voluptuosa (a veces, creo que estoy delante de un espejo, pero no… yo nunca llevaría una máscara con tanta dignidad). Durante el transcurso de mi espionaje, la imagino desnuda, no puedo evitarlo. Con los hombros descubiertos y de espaldas a mi. Si estuviese vestida de cintura para abajo, le quitaría la ropa… despacio… mientras le lamo los omoplatos y le muerdo el tatuaje de la cintura - ¡ñam! –
Ella sigue tomando su café, seria, clavada en la silla y yo, ya voy por su boca; masticándola, loca por comerla rápido y sin tiento, mordiendo… agarrada a su diminuto cuello y espaciando las respiraciones a horcajadas, una encima de la otra… su pecho pequeño contra el mío enorme, acompasadas, en tres por cuatro…
Se levanta altiva y se contonea hasta la barra, rebusca unas monedas en el monedero rojo que le regalaron en Navidad y yo…ya casi en el clímax, me incorporo desde mi asiento de voyeur mientras en mi cabeza, sus manos tocan mi sexo esponjoso y maniatado…sintiendo las palpitaciones en el clítoris, graves…
Abre la puerta en un movimiento seco y me mira frente a frente; me quito la máscara en el arrebato espontáneo del orgasmo, pidiendo más, más, más…
Pero ella, que es la reina de los disfraces, hace como que no me ha visto y se va, ajustándose la goma de su máscara y atusándose las flores que le cuelgan de la barbilla; mientras me deja con el sopor de las yuxtaposiciones medias y el “pum pum” decreciente de una vulva inventada.
6 comentarios:
Un nuevo y hermoso texto, el de María, al que seguirá otra nueva colaboración y que empieza a ir integrando este prometedor libro virtual de relatos para la noche... Gracias y ánimo a todos aquellos que quieran ir apuntándose al proyecto.
Espiar, ese verbo que precede a todo erotismo. Qué bien que escribe María, que es una artista, se ponga la máscara que se ponga.
Aplaudiendo quedo.
Biquiños
ayyy, que me ha encantado. He vueltooooo. Miles de besos.
Larisa y Paqui, ya sabéis que la puerta está entreabierta... para vuestra colaboración
Maria, ya te dije que lo harías fenomenal. Es muy bueno y muy sujerente, ¡da pa mucho más!
Besicos guapa.
Acabo de descubrir tu nuevo blog, prometedor sin duda alguna.
Un abrazo
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